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Thelema

Más allá de la mente

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La mayoría de las personas nunca se han dado cuenta, en el curso de sus vidas, de que, además del Universo de los procesos mentales conscientes, existen muchos otros Universos desconocidos que contienen mundos tan vastos, tan amplios, que resulta difícil hablar de ellos sin recurrir a lenguaje simbólico exótico. . Actualmente, tales mundos de acción del alma humana han sido identificados con el inconsciente (sea personal o colectivo) que, en realidad, sería sólo el portal de acceso a esas amplitudes indescriptibles. Sin embargo, es indiscutible la realidad de esos mundos.

Contrariamente al pensamiento general, el conocimiento directo de esas regiones no establece privilegios para ningún grupo o persona. Este logro constituye un derecho para cualquier hombre, pues también se le permite disfrutar de todo lo que allí existe, así como el contacto con sus habitantes, quienes se presentan a nuestra visión interna en proporciones y formas, a veces humanas, a veces animales o, no pocas veces. , en formas híbridas. Sin embargo –y esto se describe unánimemente–, sea cual sea la forma que adopten, un aura de poder, belleza y magnitud flota a su alrededor, superando con creces nuestras ficciones más atrevidas.

Fascinado por las magníficas visiones, el hombre creó en torno a ellas mitos, leyendas y ceremonias que, con el tiempo, se convirtieron en el punto central de muchas religiones y, ciertamente, dándose cuenta empíricamente de que la constante repetición de ciertos comportamientos (oraciones, ayunos, cantos rítmicos, etc. ) combinado, o no, con la ingestión de drogas obtenidas de plantas (“sagradas”), le dio un rápido acceso a esos mundos, creó sistemas mágicos/místicos de logro que, aparte de las religiones oficiales, surgieron con el nacimiento de los neo-mundos. Ocultismo de nuestros días.

Ahora bien, como esas visiones, esos seres, son puras manifestaciones de fuerzas psíquicas existentes en el propio hombre, veladas en formas antropomorfas, de altísimos ideales cargados de fuerte energía y dinamismo, el contacto repetido con uno de ellos en particular – o como se dice en ocultismo , “con una deidad” – tiene su culminación en una perfecta y total identificación del agente invocado con el invocador.

Cuando tal identificación se vuelve permanente, es decir, cuando la personalidad humana muere en favor de esa nueva entidad (lo cual es muy raro, por cierto), se dice que un “dios”, un “avatar”, un “demonio” se convirtió en encarnado en la Tierra.

Sin embargo, en la mayoría de los casos la identificación no es perfecta, pero la inercia de la visión permanece. Así, Moisés se encuentra con Jehová, Pablo revela su encuentro con Cristo en el camino a Damasco y Mahoma ve al Ángel Mensajero. Este es el comienzo de ciertas religiones, como el mahometismo y el mormonismo: pero ni Mahoma ni José Smith (líder fundador de los mormones) alcanzaron el colmo del fenómeno, ya que ellos mismos declaran abiertamente que “vieron un ángel, un mensajero, que en ambos casos sirvió sólo como intermediario entre dios y ellos mismos. Pero aun así, el grado de energía con el que contactaron fue tan intenso que iniciaron poderosas religiones.

Debemos resaltar aquí un punto que nos parece importante: esta unión, esta “toma” del hombre por “dios”, no debe confundirse con la posesión, que se define como la posesión del individuo por un ser externo, “ajeno” .y contra su voluntad.

Ciertos detalles de las visiones no siempre concuerdan entre sí, de un vidente a otro, pero en el contexto general presentan características básicas similares en muchos puntos, por ejemplo, en Ezequiel, Moisés y José Smith. Por otro lado, no podíamos olvidar que ciertas entidades hostiles son también auténticos residentes de estos mundos más allá de la mente, reinando también en los sectores oscuros de nuestro lado oculto. A estas entidades, a estas energías, erróneamente consideradas hostiles, nos llevaron erróneamente a llamarlas “diablos”, demonios, etc., y les dimos personajes personales creados por teólogos ignorantes.

En resumen: tanto los “dioses” como los “demonios” existen en el propio hombre, siendo energías profundas, poco conocidas y mal dirigidas.

Dicho esto, es lógico ver que no debemos exaltar a los “dioses” en detrimento de los “demonios” y viceversa. Lo que hay que hacer es aprender a conocerlos mejor, a unirlos de manera equilibrada dentro de nosotros, como el hombre necesita, para su desarrollo, tratar tanto con los “dioses” como con los “demonios”.

 

 

Por Euclydes L. de Almeida

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