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Sociedades y conspiraciones

La estructura oculta del Opus Dei

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A las 5.30:XNUMX am de cada día, Tomás Gutiérrez de La Calzada se abotona una sotana impecablemente limpia. Tomás es un hombre muy preocupado por la limpieza, le disgusta encontrarse un poco de polvo en su camino matutino hacia el salón donde se sirve el desayuno, siempre frugal e interrumpido por las campanadas de las seis, cuando comienza la primera misa. llega.
Entra a su oficina a las siete de la mañana y no sale hasta la tarde, rutina que sólo se rompe cuando sus secretarias organizan un viaje para visitar una casa de la Obra, algo que internamente desagrada a Tomás Gutiérrez de La Calzada. aunque entiendo la imperiosa necesidad de mantener un contacto frecuente con 'los niños', especialmente en los últimos años cuando los ataques de los enemigos del Santa institución.

La vida de Tomás Gutiérrez de La Calzada ha transcurrido con pocas sorpresas desde que una fría mañana de otoño de 1982 llegó desde Roma la orden: designado 'Consejo' de la Opus Dei en España. Ese día, Tomás Gutiérrez de La Calzada, sucesor en el cargo de Florencio Sánchez Bella, hermano de aquel célebre ministro franquista que forzó el cierre del diario 'Madrid', comenzaba a gobernar los destinos del Opus Dei en España.

Tomás Gutiérrez es un hombre afable, gran conversador y convencido de estar al frente del grupo de hombres más selecto y disciplinado de España. Este hombre, que cumplió 10 años el 1989 de marzo de 60, tuvo una larga carrera para abrirse camino en la vida.

Nacido en Valladolid, hijo de un modesto campesino, perdió a su madre, Visitação, a edad muy temprana. Ingresado en un colegio religioso, Tomás Gutiérrez de La Calzada vivió siempre su vida en sotana, a excepción del breve periodo que pasó en Fuentelarreina (Zamora), para realizar su servicio militar y de donde partió con la estrella de alférez. .
Licenciado en Derecho, nunca ejerció la abogacía y sólo utilizó los conocimientos adquiridos en la Universidad de Valladolid para avanzar en el campo del Derecho Canónico, que acabó convirtiéndose en director del Colegio Romano del Opus. Allí, en contacto directo con las más altas jerarquías de la Obra, se hizo conocido como un buen organizador, un burócrata eficaz que desprecia la publicidad y admira el trabajo silencioso. '¡Siempre el espectáculo! Pídeme fotografías, gráficos, estadísticas', escribió Josemaría Escrivá do Balaguer en Caminho, en una frase grabada en lo más profundo del alma de Tomás Gutiérrez de La Calzada. Este hombre, que ejerció desde muy joven como monaguillo en el colegio de Valladolid, lideró en los años 80 un ejército invisible, formado por los 12.000 miembros de la Obra en España.

El cuartel general de este ejército, lugar donde vive Tomás Gutiérrez de La Calzada, se encuentra en Madrid, Rua de Diego di Lion, número 14. Allí, ubicado en un pazo con forma de triángulo de 972,58 metros, se alza un edificio de diez plantas y 7.967 metros cuadrados construidos, desde los que se orienta toda la estructura de la Obra. El proyecto fue realizado en 1964 por los arquitectos Jesús Alberto Cajigal y Javier Cotelo, con un coste declarado de 20.651.648 pesetas.

Tras los compactos muros de hormigón, la sede tiene dos puntos críticos, el más importante de ellos se encuentra en el segundo sótano, quince o veinte metros bajo el nivel de la calle. Esta es la cripta donde se guardan los restos mortales de los padres de Josemaría Escrivá do Balaguer, José y Dolores, una mujer incorporada a la historia de la Obra como inventora de los 'crispillos', dulces elaborados con azúcar y espinacas que los miembros de la institución tomar en ocasiones especiales.

En las afueras de la cripta se encuentra la capilla en la que todas las mañanas del año, a las seis en punto, Tomás Gutiérrez de La Calzada dice misa para los hombres que comparten con él el privilegio de vivir en el cuartel general de la obra.

El segundo punto importante del edificio está en el cuarto piso, donde Tomás Gutiérrez di La Calzada, tiene su despacho de Concejo y es la sala de reuniones, donde tres veces por semana, a las ocho de la mañana, sostiene sus reuniones con el gobierno en Sombra de la Obra, la Comisión Regional para España.

Acostumbra llegar al Consejo, la sala de reuniones del fondo, leyendo la correspondencia importante, especialmente la de Roma que le trae el enlace -'misus' en lengua oficial- Ramón Herrando. Al Consejo le gusta concentrarse en la lectura de las misivas, sobre todo cuando en la maleta contiene la revista "Romana", una publicación de 200 páginas, impresa en papel amarillento y escrita en latín. 'Romana' es una especie de 'Quién es quién' en la Obra, con una detallada explicación de los altibajos y un minucioso detalle de qué personas ascendieron a responsabilidades importantes, o en qué naciones se desarrollarán campañas especiales para contrarrestar los siempre- presente difamación del enemigo.

La sala de reuniones cuenta con escaso mobiliario y entre las sillas, siempre perfectamente alineadas alrededor de una gran mesa, destaca la presencia ciclópea de una caja fuerte empotrada en la pared, donde se guardan las actas de las reuniones de la Comisión Regional y una copia de todas las comunicaciones intercentros.

El máximo órgano de gobierno del Opus en España sufrió muy pocos cambios durante los años 80. Alrededor de la mesa circular, con un rosario y un vaso de agua al alcance, se sientan los miembros destacados de la Comisión Regional, en el lado izquierdo, derecha por Tomás Gutiérrez di La Calzada en orden de importancia.

A la derecha de Tomás Gutiérrez de La Calzada, se sienta el segundo hombre más importante: José Luis Añón, formalmente el 'párroco secretario'. En realidad, se trata de una especie de vicepresidente de la Obra, término que, posiblemente, no se utiliza para resaltar el carácter fuertemente caudillista de la organización, ya que en el Opus sólo hay un responsable, Álvaro do Postigo, en Roma, quien delega autoridad a los "conciliadores" regionales.

La función principal de José Luis Añón es servir de enlace con la jerarquía de la Iglesia Católica, para informar sobre las actividades de la Obra. Esta no es una tarea fácil, ya que los obispos a menudo quieren saber más de lo que el Opus considera conveniente decir, lo que genera fricciones.

Al mismo tiempo, José Luis Añón es el único miembro de la dirección de la Obra autorizado a tener contacto permanente con el otro sexo, en su calidad de responsable de la sección femenina de la institución. En España está compuesto por 1.500 mujeres, con funciones auxiliares respecto a los hombres, ya que, en la práctica, se dedican a la limpieza y la cocina de los hogares. Sin embargo, en el Opus la convivencia entre sexos está estrictamente diferenciada, hasta el punto de que la sede de Diego di Lion tiene una entrada para hombres y otra para mujeres, José Luis Añón tiene en ocasiones la ingrata tarea de asegurar la separación y fortalecer la militancia religiosa de los señoras.

Por su importancia, el siguiente cargo es el de Director Espiritual, que también ocupa el sacerdote Juan Vera Campos. Su tarea es velar por la pureza de la doctrina y en esta función cuenta con el valioso Departamento de Estudios Bibliográficos, dirigido por el ex magistrado y profesor de la Universidad de Navarra Carmelo do Diego.

Este organismo tiene una función múltiple, porque por un lado escribe constantemente la historia de la Obra y por otro orienta el espíritu intelectual de sus miembros. En su primer aspecto, es necesario revisar los textos de la Obra para evitar referencias a un gran número de ex directivos, que abandonaron la institución y no regulan sus críticas. Miguel Fisac, Antonio Pérez Tenesa, Alberto Moncada o Raimundo Pániker, por sólo nombrar un pequeño grupo de los que entregaron su entusiasmo y se marcharon exhaustos.
También desde este departamento sale semana tras semana una nota, encabezada con la frase 'lectura obligatoria en todos los centros', indicando las películas, libros, revistas y espectáculos teatrales a los que los socios pueden tener o no acceso. Como es sabido, los afiliados a la Obra tienen un margen algo estrecho de entretenimiento intelectual, no sólo porque los censores aplican criterios morales restringidos, sino porque revisan, siguiendo una famosa máxima de Josemaría Escrivá do Balaguer, que dejó muy clara la necesidad de 'cuidar la vista, la revista y la entrevista'. Esto se interpreta como una prohibición necesaria de todo aquello que provoque dudas sobre la fe.

En este sentido, las franjas emitidas por la censura suponen que no todos los integrantes tienen la misma fuerza espiritual, por ello, advierten que la lectura de algunos textos puede ser autorizada por los directores de la Obra, en este caso aparecen dos círculos al lado del título; tres significa que en ningún caso se puede leer.

Alrededor de la mesa de la sala de reuniones se sientan otras tres personas con títulos curiosos, las voces de San Miguel, São Gabriel y São Rafael. Estos cargos los ocupan Miguel Ángel Montijano, Alejandro Cantero y Rafael Solís, respectivamente.
El primero de ellos es un cincuentón mayor, licenciado en Ciencias Físicas, que se ocupa del cuidado espiritual de la flor y nata de la organización: los 'numerarios'. El segundo, Alijandro Candero, gallego nacido en Lugo y licenciado en medicina, es el encargado de gestionar las 'supernumerarias'. Mientras que el último, el también amigable Rafael Solís, se encarga de organizar el reclutamiento, de atraer sangre nueva para que la organización no muera.

Y no sólo es necesario atraer más miembros, la fe también necesita enormes recursos. En esta mesa circular, quien está sentado a mayor distancia de Tomás Gutiérrez de La Calzada es, posiblemente, el que tiene mayor poder material de todos los allí reunidos, se trata de Francisco Montuenga Aguayo, el administrador general de los bienes de la Obra.

Nacido en Barcelona en 1924, hijo de humildes emigrantes, Francisco Montuenga se incorporó a la Obra en los años sesenta. Economista de profesión, se incorporó al proyecto de la Universidad de Navarra -centro modelo de la Obra- como asesor financiero, convirtiéndose pronto en administrador general de la universidad y desde allí gestor de todos los activos de la Obra en España.

Los más fieles seguidores de la Obra afirman que la Institución es pobre, carente de bienes. La primera es incorrecta mientras que la segunda es absolutamente cierta.

Esto no quiere decir que a Montuenga le falte trabajo, todo lo contrario. Su tarea principal es, precisamente, ocultar los bienes de la Obra.

El Opus Dei, bajo su propio nombre, no tiene nada, ni siquiera un teléfono, en todo el planeta. Al parecer, ni la sede central de Diego de León, ni el centro de peregrinación de Torreciudad (Huesca), pertenecen al Opus Dei, salvo una confusa red de empresas anónimas.

El esquema lo inventó el propio Escrivá do Balaguer, cuando poco después de crear el Opus Dei en 1928 creó la 'Academia D y A', siglas que al parecer significaban 'Derecho y Arquitectura', las carreras favoritas del 'fundador', pero que en el lenguaje secreto de la Obra significaba "Dios y Audacia".

A finales de los años 80, el tejido financiero de la Obra alcanzaba las 1.500 empresas y sociedades, la mayoría de ellas inconscientes de que sus beneficios sirven para fortalecer el Opus Dei.

El diseño perfilado por Francisco Montuenga a lo largo de los años podría representarse como un conjunto de pirámides, cuyos vértices no se tocan e irradian poder hacia la base. Así, gran parte del patrimonio inmobiliario de la Obra en Madrid, valorado por peritos en 1989 en 30 millones de pesetas, está gestionado por la 'Companhia Mercantil Imobiliária Moncloa, SA', propietaria, por ejemplo, de la sede de Diego de León, y cuya Los accionistas son personas desconocidas y sin cargos en la dirección de la Institución. Además, sería erróneo vincular a los dirigentes de la Obra con la propiedad del edificio de Diego de León, porque pueden afirmar con razón que el inmueble está arrendado por otra sociedad 'Colégio Maior da Moncloa, SA', y que, después En definitiva, son empleados leales de esta institución académica, responsables únicamente de orientar a los jóvenes estudiantes.

En la práctica la cosa es diferente: la agencia inmobiliaria y la escuela universitaria son la misma, Opus Dei. es una ficción jurídica que les permite hacer discursos sobre el ascetismo de la Institución. Finalmente, argumentan que su pobreza es tal que sólo son inquilinos temporales de un grupo de edificios.

Fue necesario esperar hasta la década de 80 para conocer los mecanismos financieros de la Obra, evidenciados por la constante salida de importantes miembros que abandonaron la Institución. Entre ellos, en la categoría de 'super cash', se encontraba el banquero José María Ruiz Mateos, quien asegura que el Opus Dei mueve 30 millones de pesetas al año sólo en España. Una parte considerable de este dinero proviene de aportaciones realizadas por los socios y el resto son beneficios de operaciones comerciales o financieras. Además, la Obra realiza recaudaciones especiales para campañas específicas, recibe indirectamente subvenciones del Estado y obliga a sus socios 'numerarios' a firmar un testamento dejando su patrimonio a la Institución.

'Entregué 3.000 millones de pesetas al proyecto', asegura José María Ruiz Mateos, que valora su declaración con fotocopias de las transferencias. A través de estos documentos se puede conocer el procedimiento utilizado por la Obra, que consiste en transferir el dinero fuera de España, generalmente Suiza, donde recibe una sociedad fantasma llamada 'River–Invest'. El dinero se deposita en la Unión Bancaria Suiza hasta que el administrador general decida utilizarlo de la mejor manera.

Si los recursos se destinan a inversiones en España, 'River–Invest' desvía el dinero en forma de créditos concedidos a alguna de las sociedades fantasma, como son 'Fomento de Centros de Ensino, SA', 'Estudo Geral de Navarra, SA' ' (propietaria del campus universitario de Pamplona), o 'Imobiliária Urbana da Moncloa, SA'. de allí los recursos pasarían a otras sociedades, dedicadas a satisfacer las necesidades de la Obra o puras inversiones para obtener beneficios.

En el críptico lenguaje del Opus Dei, las primeras se denominan 'Obras Corporativas' y Montuenga las tiene subdivididas en tres áreas de actividad: inmobiliaria, editorial, centros educativos.

Se caracterizan porque todas las acciones están en manos de socios 'numerarios', elegidos entre el grupo de los más fieles seguidores de la Institución. Así, por ejemplo, el terreno sobre el que se asienta Torreciudad pertenece a un grupo de agencias inmobiliarias ('Companhia Imobiliária A Escora, SA', 'Artesona, SA', 'Imobiliária O Povoado do Grau, SA' y 'Companhia Imobiliária O Tozal do Grau'), todos ellos coordinados durante mucho tiempo por Luis Montuenga Aguayo, hermano del administrador general de la Obra.

La docencia ha sido siempre un campo natural de trabajo para el Opus Dei. Durante los años 50 y 60 fue alimentado principalmente por estudiantes universitarios, pero la respuesta que siguió en los años 70 sugirió cambiar la estrategia. El trabajo se centró en las escuelas de varones, donde la labor de reclutamiento es más fácil. En 1989 controlaba un total de 29 centros, convocados en los mayores centros urbanos del país. El más famoso de todos ellos, el colegio Retamar de Madrid, reproduce a la perfección el esquema de trabajo corporativo de Opus: el edificio pertenece a una inmobiliaria –'Retamar, SA'– pero supuestamente está alquilado a una empresa –'Fomento do Ensino, SA' '– que divide la enseñanza.

Por último, en el ámbito de las 'Obras Corporativas' existen editoriales como 'Scriptor, SA', que controla las ediciones de Caminho, publica seminarios como Telva, Palavra o Mundo Cristiano y publica millones de folletos informando de los milagros de Escrivá do Balaguer. , elemento muy importante a la hora de obtener la santificación del fundador.

Junto a estas 'Obras Corporativas' se encuentran las llamadas 'Obras Auxiliares', sociedades donde el Opus coloca sus recursos para obtener beneficios, difundir sus principios o atraer nuevos activistas.

Las 'Obras Auxiliares' fueron las que más trabajo requirieron, realizadas por Francisco Montuenga, quien años atrás tomó la decisión de centralizar inversiones especulativas en la sociedad 'Urdefondo, SA', una desconocida sociedad mercantil presidida por Abelardo Alonso do Porres, ex director general del 'Banco Latino' cuando la entidad estaba dentro del grupo 'Rumasa', y asesor de 'Rialp', la editorial más conocida del Opus.

Evitar inversiones erróneas, como ocurrió recientemente en Italia, donde la Obra financiaba la empresa química productora del popular anticonceptivo 'Lutolo', es una de las órdenes que 'Urdefondo' sigue fielmente. La otra es rodearse de los inversores más seguros, lo que incluye acercarse lo más posible a entidades bancarias vinculadas a la Obra, como el 'Banco Popular'. No en vano esta institución, cuyo consejo de administración está en manos de miembros "numerarios", es generosa con la izquierda: cubre al máximo las deudas del Partido Comunista, gestiona incluso los descubiertos de "Mundo Operário', y se muestra muy receptivo a las peticiones de crédito del PSOE.

A pesar de la indudable crisis sufrida en los años 80, la Obra supo conservar una extraordinaria red de contactos en instituciones financieras, que van desde su presencia en dos importantes medios de comunicación relacionados con las finanzas, como el diario 'Expansão' y el seminario 'Atualidade Economic' ; manteniéndose incluso asesores similares en los Bancos 'Bilbao-Vizcaya', 'Hispano-Americano', 'Confederación Española de Cajas de Ahorros' y 200 empresas más. Hombres claves de la Obra, como José María Aristraín Noam, Emilio Ibarra e Churruca, Alberto Ullastres, Luis María Rodríguez da Fonte, Aristóbulo de Juan y José Joaquín Sancho Dronda, entre otros apellidos ilustres, supieron defender los intereses terrenales de la Institución durante la década de los 80.
Controlar un complejo industrial con tantas ramificaciones es difícil y a menudo resulta en escándalos. Hace años Gregorio Ortega Pardo, un 'numerario' de gran confianza, recibió de Rafael Valls el encargo de abrir un banco y extender las enseñanzas de Escrivá do Balaguer en Lisboa. Durante unos años se dedicó a ambas tareas con esmero, hasta que un día se subió a un avión y desapareció en Venezuela con 50 millones de pesetas que no eran suyos. Recientemente, otros directivos del Opus fueron destacados como generosos al gastar recursos que no les pertenecían, aunque muchos de ellos, como el caso del financiero José Víctor do Francisco Graça, negaron rotundamente todo y explicaron que son objeto de una campaña. de calumnias..

Estos incidentes y el más grave de Ruiz Mateos recomendaron reforzar los sistemas de control interno. Desde 1970, todos los socios del Opus en cuya posesión se compran acciones con recursos ajenos están obligados a firmar una carta de compraventa sin fecha, que entregan al propio Francisco Montuenga. De esta manera nadie se apropia de bienes que no le pertenecen. Por supuesto, este sistema también tiene sus problemas, no sirve para controlar el correcto uso de los beneficios ni impide inversiones arriesgadas. Para lograr esto último, el Opus Dei español busca cada vez más el consejo de expertos financieros, gestores independientes a quienes plantea la simple pregunta de "cómo podemos invertir para ganar más".

La Obra oculta mucho su poder financiero, no sólo para esconderse de posibles represalias. 'Los jesuitas perdieron muchas cosas porque eran fáciles de localizar, no cometamos ese error', dijo Escrivá do Balaguer. En realidad, no se trata sólo de esconderse del poder civil, sino que además es fácil de cortejar, como demuestra el 'Banco Popular'. El principal enemigo de los recursos de la Obra es la estructura de la Iglesia católica y sus gigantescas necesidades financieras. Ya lo señaló Escrivá cuando dijo: "Las fuerzas que se oponen a nuestro camino están dentro de la Iglesia".

Es muy difícil para los dirigentes del Opus Dei olvidar en su fuero interno la dramática decisión de la Conferencia Episcopal: cuando el Vaticano les preguntó sobre la conveniencia de transformar la Obra en prelatura, respondieron negativamente, posiblemente un poco asustados por la prácticas de facción organizada dentro de la Iglesia católica adoptadas por el Opus Dei.
Con Juan Pablo II las cosas cambiaron en el Vaticano y el clero español cambió de actitud. Por los pasillos del poder vaticano se mueven libremente dos opus-deístas españoles, Joaquín Navarro Valls, responsable del departamento de Información, y Eduardo Martínez Somalo, sustituto del secretario de Estado. En la Conferencia Episcopal Española aprendieron la lección, hay que ser buenos con la Obra, algo que monseñor Suquía impone a la Iglesia española desde 1985.

Una vez tranquilizada la comunidad religiosa, el Opus atacó a los uniformados. Como era de esperar en una Institución que alcanzó su máximo esplendor en la España del general Franco, el Opus Dei enamora de los uniformes. Incluso hay un grupo de 'numerarios' dedicados a cortejar a militares en activo. En los años 80, la Obra tuvo una fructífera relación con el almirante liberal Lucini, jefe del Estado Mayor de la Defensa. Algo que no resulta extraño dado que la Armada es el sector de las Fuerzas Armadas más susceptible a sucumbir a los encantos de la Institución.

Carrero Blanco abrió las puertas de la Armada al Trabajo y un Ministro de Marina, Manuel Baturone Colombo, consolidó los trabajos de penetración, no en vano dos de sus hijos, Adolfo y Luis, abandonaron la carrera militar para dedicarse a las redes. del trabajo.
En el Ejército también tuvieron una presencia considerable; dos jefes de gabinete, Álvaro Lacalle Leloup y José María Sáenz de Tejada, eran 'supernumerarios' de la Institución. Entre el amplio círculo de simpatizantes destacó Emilio Alonso Manglano, 'Juanito' en la jerga de los espías, quien dirige el Centro Superior de Investigaciones para la Defensa (CESID) desde su cargo de coordinador general.

Entre quienes controlan la información confidencial, policías y espías, el Opus tuvo una fuerte presencia a principios de los años 80, que luego perdió. Incluso contó con un colaborador en la persona de uno de los directores generales de la Policía en la actual década, Rafael do Rio Sendino, lo que les permitió ubicar a su gente. En pocos meses acapararon la Dirección de lucha antiterrorista, con el delegado Jesús Martínez Torre, y la importantísima brigada del Interior, una suerte de policía política encabezada por Alberto Elías.

La presencia del Opus Dei en la Policía resultó vital durante la investigación del asunto 'Rumasa', cuando un policía, el inspector Medina, encontró documentos comprometedores, en concreto, la donación por parte de José María Ruiz Mateos de 2.000 millones de pesetas al Instituto de Educación e Investigación, una de las empresas fachada de la Obra; sus superiores le ordenaron detener la investigación.

Sin duda, donde más terreno ha perdido la Obra es en la política. Cuando Franco murió, perdieron el gobierno y pronto liberaron casi todas las fibras que habían logrado conservar. Tras las elecciones de octubre de 1989, la voz del Opus Dei quedó representada en la Cámara Baja a través de tres voces, las de los diputados Isabel Tocino (Cantabria), Andrés Ollero (Granada) y Juan Luis de la Vallina (Asturias). Atrás quedaron los tiempos de esplendor, su infiltración en la UCD, su presencia en la Democracia Cristiana de Oscar Alzaga, su acoso al Partido Liberal, donde contaban con el apoyo del vicepresidente Andrés de la Oliva Santos. Incluso durante un breve período, consiguieron atraer a personas que hoy se han pasado al campo socialista, como Manuel da Rocha, Ludolfo Paramio y Alfonso Lazo, este último diputado por Sevilla y secretario personal del vicepresidente Alfonso Guerra.
Centrado en preservar su poder financiero, el Trabajo se negó a confrontar el poder socialista en la década de 80. Esperar a que las circunstancias cambiaran antes de volver a presionarlo es el orden que Tomás Gutiérrez de la Calzada impuso entre sus seguidores. Mientras espera ese momento, Tomás Gutiérrez, el 'Consejo', se despierta cada mañana convencido de que tiene a sus espaldas el mejor ejército de España. Sin duda, cuando se instala en su oficina para mirar los Libros de Contabilidad, también se da cuenta de que es el más rico y eso lo tranquiliza mucho. Finalmente, todos recordamos al Buen Samaritano no sólo porque tenía buena voluntad, sino también porque tenía mucho dinero. Los pobres no pueden hacer obras de caridad.

por Santiago Aroca

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