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Lovecraft Magia del caos

La conexión lovecraftiana – Psychonomicon

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De la misma manera que Julio Verne apuntó a futuros avances de la tecnología humana, como la invención de los submarinos, los viajes fuera del planeta, fuera del tiempo, Lovecraft apuntó a los cambios que se producirían en el pensamiento humano y en la forma de entender el universo. Habló del miedo que provocan los espacios infinitos, o espacios tan extensos que no habría diferencia entre sus confines y el infinito mismo, no sólo en términos de espacio sino también de tiempo. Hoy podemos encontrar material sobre investigaciones de otras dimensiones y los espacios entre ellas. Galileo nos llevó al centro del universo, Freud nos señaló que la parte de nuestro cerebro en la que existimos, el ego, es la más pequeña y frágil de las otras dos, Darwin nos mostró que no fuimos creados como seres humanos. Especie final, Lovecraft nos dijo que aunque existan maravillas y milagros, estos nos son indiferentes, solo somos accidentes que, sin importar esperanzas, deseos o aspiraciones, serán para siempre polvo en los ciclópeos y abismales corredores del tiempo. Cuanto más se desarrollan las ciencias, más señalan la casualidad que es nuestro ser, el accidente de que nos enfrentamos a una cantidad de espacio y de tiempo tan enorme que no podemos medirla excepto de una manera vagamente abstracta. Lovecraft escribió además que el hombre es un animal que responde a emociones básicas y que la más poderosa de ellas es el miedo, específicamente el miedo a lo desconocido. Durante miles de años de convivencia en sociedades nunca ha habido tanta ignorancia y tanta destrucción causada por este miedo. En un mundo donde prácticamente cada siglo aparece un sabio prometiendo revelar a todos la Gran Verdad y guiarnos a una vida de paz, armonía y desarrollo, tenemos personas que, en teoría, siguen la misma idea que sus vecinos, por ejemplo. ejemplo el judaísmo, el cristianismo y el islam, pero se masacran porque piensan que la verdad de los demás es perjudicial para su propia verdad. Y fue este nihilismo lo que cautivó a tantas personas que sintieron una atracción no sólo por lo desconocido, sino también por el poder que existe más allá de la cordura humana (un artículo, por cierto, que está extremadamente sobrevalorado). Lovecraft mostró cómo los cultos primitivos, seguidos por personas sucias e ignorantes, tenían un vínculo mucho más fuerte y estrecho con lo que llamaríamos Dios que las iglesias y religiones antiguas. Lovecraft nos dio un mundo en el que los milagros ocurrían a cada momento, y no a costa de la fe o la dedicación, sino simplemente porque hay cosas más allá del alcance de nuestra limitada comprensión de la realidad.

En sus mitos, las personas que lograron vislumbrar la terrible verdad detrás de los poderes que crearon el universo enloquecieron o murieron, o ambas cosas, y no necesariamente en ese orden.

La idea de una verdad tan poderosa que fuera capaz de desgarrar una mente de una manera tan violenta era demasiado atractiva para pasar desapercibida para quienes buscan precisamente aquello que está más allá del alcance y la comprensión de la mente común, y no puede Ya no soportamos lidiar con la banalidad en que se ha convertido la vida en sociedad, donde cada individuo no es más que un engranaje de una máquina más grande que no cuestiona, por debilidad o falta de interés, aspectos más amplios de su propia vida. ¿Y qué podría ser tan maravilloso y tan satisfactorio que dejaría la propia vida del buscador en un segundo plano? Hubo chistes sobre rabinos medievales que se despedían de sus familias cada mañana, pues corrían el riesgo de, con sus estudios cabalísticos, poder vislumbrar una fracción de Dios y morir en el proceso. Los mitos de Jesús, Osiris, Odín y muchos otros muestran cómo las personas iluminadas estaban dispuestas a dejar la vida y la cordura a un lado para buscar esta poderosa verdad. La búsqueda en sí y el objetivo fueron suficientes, la superación y el conocimiento que resultó del viaje valieron y son dignos de dejar en un segundo plano cualquier otro aspecto de la vida. En el universo de Myth, las personas se sintieron obligadas por este misterio y no tuvieron otra opción que llegar hasta el final de su viaje, aunque durante el proceso tuvieron la oportunidad de dejarlo todo y simplemente dejar atrás sus esfuerzos.

Pero ¿qué hace que Lovecraft sea una fuente de material tan interesante? El final del siglo XIX y todo el siglo XX estuvieron llenos de grandes escritores que nos ofrecieron, y aún nos ofrecen, visiones de lo desconocido, de la oscuridad que nos rodea y de la ignorancia a la que nos aferramos para mantener nuestra frágil cordura. Stephen King, Clive Barker y Neil Gaiman, por sólo nombrar a los más populares y contemporáneos, siempre coquetearon con las mismas ideas propuestas por Lovecraft, muchas veces inspiradas en ellos, pero ninguno de ellos tuvo una aceptación tan violenta en el mundo ocultista como la de las obras del mito lovecraftiano. Lo que quizás diferencia a un fan de otro es que Lovecraft llegó a ser visto no sólo como alguien creativo, sino como alguien que realmente tenía acceso a una fuente de conocimiento que estaría más allá de la comprensión normal de la gente. El propio autor, en numerosas ocasiones, afirmó que gran parte de su material le llegaba en sueños, que parte de él era tan inquietante que se despertaba durante la noche, lo transcribía en su cuaderno y al día siguiente cuando lo leía podía no creer que se había ido de uno mismo; los textos, las descripciones de lugares y criaturas parecían ajenos al propio escritor.

A pesar de nunca haberse mostrado como un médium o poseedor de ningún conocimiento oculto, o incluso alguien que veía con buenos ojos el ocultismo o el esoterismo, muchos vieron cualidades en sus obras que no podían explicarse simplemente por una creatividad inusual. En su artículo “Lovecraft, el hombre que escribió los sueños”, Jacques Bergier registra: “Nunca me había ocurrido mantener correspondencia con un ser tan omnisciente. Conocía un número incalculable de lenguas, entre ellas cuatro lenguas africanas: damora, swahili, chulu y zani, además de dialectos. Escribió con igual erudición sobre matemáticas, cosmogonías relativistas, la civilización azteca, la antigua Creta y la química orgánica. Absorbió el conocimiento a través de una especie de ósmosis extraordinaria. Cuando le escribí felicitándole por haber descrito un barrio poco conocido de París en 'La música de Erich Zann' le pregunté si había visitado alguna vez la capital francesa, a lo que respondió: 'Con Poe, en sueños'. Jacques Bergier fue incluso uno de los coautores del libro El despertar de los magos, además de muchas obras que intentaban exponer conspiraciones secretas que tendrían como objetivo aprovechar la ignorancia humana para ganar cada vez más poder para controlar el mundo. Gran parte de su trabajo consistió en llamar la atención sobre que la realidad es en realidad mucho más extraña y maravillosa de lo que suponemos, era un entusiasta de Lovecraft y Charles Fort, entre otros.

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