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Criptozoología

Fenómenos extraños

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“Observatio diuturna, notandis rebus, fecit artem”, dice Cicerón en un librito titulado De divinatione Liber II“Observatio diuturna, notandis rebus, fecit artem”, dice Cicerón en un librito titulado De divinatione Liber II. Este se convirtió en el lema del Instituto de Anatomía de la Facultad de Medicina de Oporto que se convirtió, durante la época de JA Pires de Lima, en un centro de estudios de teratología descriptiva. ¿Qué hacer con los mortinatos, si no con las autopsias? ¿Qué hacer con el concepto biométrico de anomalía o el concepto estadístico de normalidad?

Es verdad. Para ver sólo hace falta tener ojos. Mirar exige mucho más: es necesario discernir lo visible desde sí mismo, distinguiendo planos en profundidad y anchura, delimitando formas, observando cambios y siguiendo movimientos. Mirar acaba siendo imponer objetivos a lo visible y, poco a poco, convertirlo en objeto.

La ciencia tal como es. Pura ciencia. Puros fantasmas al servicio de. Agamben, al hacer la genealogía del concepto de vida, concluye que en toda la medicina griega no existe un concepto médico-científico, como se piensa, sino un concepto filosófico-político. “El hombre es un ser vivo que no tiene vocación biológica, histórica, etc. Es un ser de poder que no se identifica con ninguna figura concreta” (Guerrero).

El fantasma de la inquisición es la pureza de la fe. ¿Qué destino corrieron los judíos y los gitanos, así como los retrasados ​​mentales y otras criaturas consideradas desviaciones de la “raza pura”? ¿A dónde nos llevará el horrible culto a la uniformidad en el que todos tenemos que ajustarnos a un formato determinado? ¿A qué fantasma sirve la ciencia? ¿Qué “vida” te preocupa? ¿Qué formas de eugenismo ha ocultado desde Francis Galton (1890/1962), que aboga por el refinamiento de la raza humana mediante la reproducción selectiva? (Agamben). ¿No hemos entrado hace mucho tiempo en la aterradora proyección de una forma de eugenesia, no ideológica –la que designaría categorías de personas que no merecen vivir– sino técnica? ¿No se separará la tecnología de la ciencia que sirvió a la Vida, que habla con la verdad? ¿No se está alineando el propio discurso ético con el discurso técnico, bajo el pretexto de la caridad: hacer las cosas lo mejor posible? Barbosa Sueiro habla, en cuanto a anatomía, de un “propósito utilitario –pero de utilitarismo virtuoso”.

“El monstruo siempre refleja un cierto ordenamiento del mundo, ya sea natural o cultural. Son la ruptura del orden en el que cristalizan los valores sociales y las formas de conocimiento. Produce sentimientos y reacciones contradictorias: miedo, asombro, asco, pero también placer y lubricidad. A veces proviene de una cultura demonológica, otras veces representa lo exótico, lo desconocido, lo extraño. O se manifiesta de forma lúdica (lusus naturae), carnavalesca, o lleva consigo el estigma de la amonestación (Deus Irae). El monstruo no sólo es negativo de diferentes maneras, sino también con diferentes grados de civismo. Ambiguo, por tanto (Mourão). La apelación a la Antigüedad tiene aquí cierta relevancia. La definición aristotélica de monstruo (teras): “De hecho, quien no se parece a sus padres ya es, en cierto modo, un monstruo porque, en este caso, la naturaleza se ha alejado del tipo genérico” (Aristóteles). Un andrógino es un prodigio que debe ser expuesto públicamente como un mal signo que el Estado debe hacer desaparecer. Tomó tiempo adoptar otra actitud: interpretar el fenómeno como un error de la naturaleza, una malformación anatómica rara pero explicable. Los seres dotados de ambos sexos serán vistos como un juego de la naturaleza, así lo dice explícitamente Plínio el Viejo. La bixexualidad fue recibida primero como una monstruosidad, una amenaza, luego como un fenómeno explicable y finalmente tolerado, recuperado como un “bien” de consumo (Bisson).

La norma anatómica (Sueiro, 1950) hace ley. “Monstra vero per superb sunt”, escribe Vandelli (1776). Sin embargo, la normalidad siempre ha sido el quid de la ciencia. Las normas son esenciales para los discursos que animan la vida social. Su constitución esquemática explica el impacto afectivo que acompaña su apariencia discursiva. La norma parece exigir una buena distancia de los acontecimientos que evalúa, y que no deberían ocupar su lugar. Las normas manifiestan una doble sensibilidad, correspondiente a una topología con dos entradas (poco/demasiado/demasiado), que regula los comportamientos aproximados, es decir, la imprecisión requerida de todos los fenómenos normativos, desde el dominio de la gramática al de la jurisdicción. Pero, en última instancia, el estándar se ocupa de la estabilización del imaginario a través de la referencia a la similitud, un mecanismo que caracteriza la identificación categórica y analógica, dice PA Brandt.

Sin embargo, incluso entre los científicos el concepto de norma es objeto de discusión. Carlos May Figueira (1864) considera imposible aceptar la idea de Pareo, según la cual habría hermafroditas con doble capacidad generativa. Geoffroy Saint-Hilaire (fundador de la teratología con base científica) tiene la mejor clasificación: “hermafroditas con exceso y sin exceso). Para Luís Guerreiro (1921), el corpus de la anatomía es el cuerpo-cadáver. Y, sin embargo, todo esto se considera Biología.

Es fácil identificar un monstruo. Es fácil idealizar la forma humana, sus variaciones musculares. Para el naturalista la vida no tiene misterios, tan bien ve, tan bien ha educado su sentido crítico. ¿No es entonces necesario ver bien para comprender mejor? Si no podemos negarle al cuerpo médico una existencia histórica, científica o ideológica, es al menos necesario reconocer que este cuerpo no es el cuerpo entero (es decir, la totalidad de una imaginación de su real) y trabajar al menos con el mínimo cantidad de imaginario con el que Valéry intentó descubrir en él funciones figurativas, órdenes fantasmáticos.

Todo el discurso médico, higienista y moral contemporáneo, del que las muñecas de Pierre Spitzner son una especie de caricatura, se basa en un catálogo desordenado de aberraciones de las imágenes corporales (Schaver). Más allá de las aberraciones iconológicas, es necesario señalar que la “escritura” médica no tiende a significar algo para el cuerpo. Y no olvidemos lo siguiente: “Desde el punto de vista del sujeto, la representación del cuerpo, incluso cuando sea estrictamente biológica, es siempre una imagen del yo: identidad, semejanza genealógica, norma y configuración cultural, etc.” (Abel)". Y, sin embargo, ¿hay en el discurso del conocimiento un discurso más marcado por una especie de regularidad del fantasma (la del cuerpo como objeto, como laberinto, etc.) que el discurso de la medicina?

Artículo publicado originalmente en revista triplov

José Augusto Mourão

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