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Cuenta la tradición que entre Adán y Noé el mundo terminó en un diluvio, demostrando la estupenda capacidad humana de olvidar. Si no fuera así, bastaría con un gran cabalista de la historia. Pero el caso fue que entre Noé y Abraham el conocimiento se transmitió tímidamente, tanto porque la humanidad en su conjunto no estaba interesada como por las formas primitivas de comunicación que pudieran existir. Ningún fin del mundo.
Nació y creció en una sociedad donde era normal cultivar muchos dioses. Abraham es considerado la primera persona que defendió el monoteísmo. No en el sentido simplista de la mayoría de la gente hoy en día, sino con la comprensión de que la divinidad es una y que el universo entero está íntimamente interconectado y unificado con este nivel superior de realidad.
Debido a sus buenas intenciones, Abraham recibió revelaciones que recuperaron la sabiduría recibida por Adán y la llevaron a un nuevo nivel. Abraham también es visto en la Cabalá como un símbolo de amor intenso y universal en contraste con Isaac, un símbolo de justicia y severidad, y Jacob representando el equilibrio entre estas dos fuerzas.
A Abraham también se le atribuye el famoso Sefer Yetzirá, el Libro de la Formación que trata de la formación del mundo a través de números, letras y palabras. Difícilmente lo llamaríamos libro hoy en día, ya que tiene solo unas pocas páginas con menos de cien palabras en total. Y esto plantea una pregunta intrigante: ¿Cómo pueden estar contenidos todos los misterios del universo en un texto tan pequeño? La respuesta de los cabalistas es que es una fórmula. Considere la famosa ecuación de Einstein E=mc². Se utilizaron páginas y páginas de ecuaciones matemáticas para llegar a esta sencilla fórmula. Sólo así se podrán incluir los secretos del espacio-tiempo en tan solo cinco caracteres. Es por ello que, a pesar de que el libro es pequeño, ya se han llenado muchos volúmenes de comentaristas y eruditos que explican sus detalles.
Otro punto interesante sobre el papel destacado de Abraham es que su vida y obra surgieron mucho antes que las principales religiones que lo tienen como patriarca. Abraham vivió en Babilonia y no podía ser musulmán, cristiano y, sobre todo, judío. El judaísmo sólo nació tal como lo conocemos hoy tras la destrucción del segundo templo de Israel y la dispersión de la nación de Judea por el mundo y la elevación de la ley rabínica al estatus de mandamientos religiosos.
