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La definición indescifrable del metal extremo: el black metal

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“Un vórtice siniestro oculto al hombre común e inevitablemente cercano al iniciado”. – así define Magnaninus Sapientis su REX INFERNUS, que repudia absolutamente la “etiqueta” Black metal.

Muchos géneros musicales tienen una conexión sutil con lo oculto. Desde compositores clásicos, como Paganini, hasta la época moderna, con Raúl Seixas y Zé Ramalho (hay muchos ejemplos para citar, estos son suficientes por ahora). Pero ninguno tiene una conexión tan fuerte como el Rock (Led Zepellin, Black Sabbath, Marilyn Manson), por mencionar su variación más extrema: el metal.

Este artículo pretende analizar el subgénero del metal más contradictorio y apreciado por la mayoría de los conocedores: Black metal.

Abarcando rápidamente parte de su complejo y un tanto confuso origen (entre los años 70 y 80), salvo su vinculación con el lanzamiento del disco BLACK METAL de VENOM, en aquella época el descontento de los amantes del metal extremo con la producción musical generó muchos interrogantes respecto a su identidad. El rock en esencia pretende evocar la rebelión, la sacudida de las estructuras morales y sociales, la protesta en general. Y su profundidad está en el metal. Para ello, el metal extremo utiliza un arte siniestro y belicoso para expresarse, y casi todas las producciones musicales trabajan bajo este parámetro. Si es necesario, corrompa los símbolos comúnmente aceptados.

Es exactamente este “gancho” – corromper símbolos comúnmente aceptados – que el ocultismo entra en juego.

Las cuestiones sobre la identidad del metal extremo llevaron a algunas bandas a componer música más oscura y agresiva, y a la adopción de nuevos ideales, muy alejados de los practicados por la escena “underground” de la época.

¿Y qué es el ocultismo, sino el retorno del ser a su lado oscuro, esa zona del subconsciente donde residen fuerzas que aún no han despertado, por miedo o bloqueo impuesto por la creación? Todo sucede en medio de preguntas, que generan nuevas actitudes. El acto de impugnar los valores comúnmente aceptados pasa por los sistemas más dominantes que existen. Y uno es bien conocido: la religión.

Es interesante mencionar al “Divino Marqués” Sade, quien en su obra intentó exaltar los instintos más naturales del hombre: la libido y la violencia, en una época de gran predominio de la religión. También es necesario mencionar a Helena Petrovna Blavatsky, pionera en la difusión del ocultismo por el mundo con la Teosofía, quien proporcionó conocimientos antes inaccesibles a las personas, conmocionando a la base religiosa monoteísta.

Las primeras manifestaciones de lo que vendría a conocerse como Black Metal se dieron con los trabajos musicales de Venom, Mercyfull Fate y Bathory, los cuales estaban basados ​​en el gran enemigo de las religiones monoteístas: Satán. ¿Qué podría ser más chocante que exaltar las características de este arquetipo/entidad en detrimento de un sistema dominante basado en limitaciones? ¿En detrimento de una doctrina que reprende la elevación del ser humano por el propio esfuerzo, “en nombre de Dios”?

El Black Metal es, en esencia, satánico. No necesariamente ligado a la Filosofía propuesta por la Iglesia de Satán, fundada por Anton Szandor LaVey, sino específicamente por dos características:

1) La “metáfora” del Lobo;
2) Oposición a estilos con influencias judeo-cristianas

En cuanto a la “metáfora del lobo”, es su contraste con la “mentalidad de rebaño”. La violencia y la crudeza de su sonido es una “invitación” a un cambio radical de comportamiento: de “sirviente” a “amo”. “Señor” de tus problemas, pasiones, convicciones y opiniones, de insertarte en la realidad entendida por el “Yo”, y no por dictados ordenados por otros (los guiados como rebaño).

Su oposición a estilos con nociones cristianas (hippies, por ejemplo) se debe a que evocan conceptos de igualitarismo, justicia, bondad y maldad. El Black Metal, por otro lado, ya evoca el individualismo: desafía a la persona a demostrar cuán convencida está de todo lo que cree en sí misma; es el despojo de vuestras “máscaras” (autoengaño); someter a los enemigos y exterminar a las “almas pobres y preocupadas por el bienestar”. Y cuidar de sus intereses, por encima del interés colectivo – por supuesto, sin faltar el respeto a las leyes y la constitución de su país.

Muchas de estas características están presentes en la Filosofía del Satanismo Moderno, pero el Black Metal, como tiene un ímpetu de expresión infinito, no se limitaría a una base específica, ya que no sería “música”, sino más bien un “himno de elogio". Por tanto, su enfoque incluye el paganismo (ya sea nórdico, sudamericano, griego, etc.), la crítica (oposición al sistema religioso, moral y social), la mención de hechos históricos, filosóficos e incluso elementos rituales y culturales ambient (ambiente negro). metal y metal negro atmosférico).

En otras palabras, el Black Metal, cuando se aprecia coherentemente, conduce al “despertar” de una condición de servidumbre, utilizando el metal más crudo y pesado. Entonces, si tiene esta característica, parece un tanto incoherente decir que tiene una “Filosofía de Vida”. Si señala directamente todas las formas de autoengaño, de moralidad estúpida, entonces cada persona que entra en contacto con él, despertando el gusto y el aprecio, produce una acción independientemente en cada uno. Entonces, no hay una ideología común, sino individualismo.

De ello se deduce entonces que el Black Metal tiene una definición indescifrable debido al individualismo. Satánico, opositor, nostálgico de antiguos cultos paganos, guerrero, abre un abanico de sensaciones y horror, amado por unos y detestado por otros. Pero siempre de una manera cruda y profunda.

¡Larga vida al Black Metal: sangre, honor y orgullo!

Elaine Z.

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