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Advertencia a los Imprudentes – Dogma y Ritual de la Alta Magia

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Como hemos dicho muchas veces, las operaciones de la ciencia no están exentas de peligros.

Quien no es firme sobre la base de la razón suprema, absoluta e infalible puede volverse loco.

Pueden excitar el sistema nervioso y producir enfermedades terribles e incurables.

Pueden, cuando la imaginación está impresionada y asustada, producir agotamiento e incluso la muerte por congestión cerebral.

Por lo tanto, no podemos dejar de mantener alejadas de ellos a las personas nerviosas y naturalmente excitadas, a las mujeres, a los jóvenes y a todos aquellos que no tienen la costumbre de controlarse perfectamente y dominar el miedo.

Nada es igualmente más peligroso que hacer de la magia un pasatiempo, como algunas personas hacen de ella su entretenimiento de la tarde. Incluso los experimentos magnéticos realizados en tales condiciones sólo pueden fatigar a los pacientes, desviar opiniones y engañar a la ciencia. Nadie se divierte impunemente con los misterios de la vida y la muerte, y las cosas que nos tomamos en serio deben ser tratadas con seriedad y la mayor reserva.

Nunca cedas al deseo de convencer por el efecto. Los efectos más sorprendentes no resultarían evidentes para las personas que no estuvieran convencidas de antemano. Siempre podrían atribuirlos a un prestigio natural y considerar al mago como un competidor más o menos correcto de Roberto Houdin o Hamilton. Pedir a prodigios que crean en la ciencia es mostrarse indigno o incapaz de la ciencia, Sancta Sanctis.

No te jactes de las obras que has hecho, aunque fuiste resucitado de entre los muertos. Temor a la persecución. El gran Maestro siempre recomendaba silencio a los pacientes que curaba; y si este silencio se hubiera guardado fielmente, no habrían crucificado al iniciador antes de completar su obra.

Medita sobre la duodécima figura de las claves del Tarot; piensa en el gran símbolo de Prometeo y guarda silencio.
Todos los magos que publicaron sus obras sufrieron una muerte violenta, y varios fueron reducidos al suicidio, como Cardan, Schroepffer, Cagliostro y muchos otros.

El mago debe vivir en el retiro y apenas permitir que nadie se acerque a él. Esto es lo que representa el símbolo de la novena clave del Tarot, en el que el iniciado está representado por un ermitaño enteramente envuelto en su manto.

Sin embargo, esta retirada no debería ser un aislamiento. Necesita devociones y amistades; pero debes elegirlos con cuidado y conservarlos a toda costa.

Debe tener una profesión distinta a la de mago; la magia no es un oficio.

Para rendirse a la magia ceremonial es necesario estar libre de preocupaciones; hay que poder adquirir todos los instrumentos de la ciencia y, si es posible, saber fabricarlos uno mismo; Por último, es necesario disponer de un laboratorio inaccesible, en el que nunca se pueda temer ser sorprendido o molestado.

Entonces, y ésta es la condición imprescindible, debes saber equilibrar tus fuerzas y contener los impulsos de tu propia iniciativa. Esto es lo que representa la octava figura de las llaves de Hermes, en la que vemos a una mujer sentada entre dos columnas, con una espada en una mano en posición recta y en la otra una balanza.

Para equilibrar las fuerzas es necesario mantenerlas simultáneamente y hacerlas actuar alternativamente: una doble acción que se representa mediante el uso de la balanza.

Este arcano también está representado por la doble cruz de los Oros de Pitágoras y Ezequiel (ver figura en el capítulo 18 del Dogma), en la que las cruces están equilibradas entre sí y en la que los signos planetarios están siempre en oposición. Así, Venus es el equilibrio de las obras de Marte, Mercurio templa y realiza las obras del Sol y de la Luna, Saturno debe contrarrestar a Júpiter. Es gracias a este antagonismo de los dioses antiguos que Prometeo, es decir, el genio de la ciencia, logró entrar en el Olimpo y robar el fuego del cielo.

¿Necesito hablar más claramente? Cuanto más gentil y tranquilo seas, más fuerza tendrá tu ira; cuanto más enérgico seas, más te costará tu gentileza; cuanto más hábil seas, más beneficiarás de tu inteligencia, e incluso de tus virtudes; cuanto más indiferente seas, más fácil te resultará hacerte amar. Esta es una experiencia en el orden moral y se realiza estrictamente en el ámbito de la acción. Las pasiones humanas producen inevitablemente, cuando no están dirigidas, efectos contrarios a su deseo desenfrenado. El amor excesivo produce antipatía; el odio ciego se anula y se castiga a sí mismo; la vanidad conduce a la degradación y a las humillaciones más crueles. El gran maestro reveló pues un misterio de ciencia mágica positiva cuando dijo: “Si quieres acumular brasas sobre la cabeza del que te ha hecho daño, perdónalo y hazle el bien”. Dirán, tal vez, que tal perdón es hipocresía y se parece mucho a una refinada venganza. Pero debemos recordar que el mago es soberano. Ahora bien, un soberano nunca se venga, porque tiene derecho a castigar. Cuando excede este derecho, cumple con su deber y es tan despiadado como la justicia. En efecto, observemos bien, para que nadie malinterprete el significado de mis palabras, que se trata de castigar el mal por el bien y oponer el bien a la violencia. Si el ejercicio de la virtud es flagelo del vicio, nadie tiene derecho a pedir perdón ni a tener misericordia de sus debilidades y dolores.

Quien se dedica a las obras de la ciencia debe hacer ejercicio moderado todos los días, abstenerse de largas vigilias y seguir una dieta sana y regular. Debes evitar emanaciones cadavéricas, la aproximación de agua podrida, alimentos indigeribles o impuros. Sobre todo, debes distraerte cada día de tus preocupaciones mágicas a través del trabajo, ya sea en el arte, la industria o incluso el oficio. La manera de ver bien es no mirar siempre, y quien se pasara la vida aspirando siempre a un mismo fin acabaría nunca consiguiéndolo.

Una precaución que tampoco debemos olvidar nunca es no operarnos nunca cuando estemos enfermos.
Siendo las ceremonias, como dijimos, el medio artificial de crear los hábitos de la voluntad, dejan de ser necesarias cuando se adquieren estos hábitos. Es en este sentido y dirigiéndose sólo a seguidores perfectos que Paracelso proscribe su uso en su Filosofía Oculta. Es necesario simplificarlos progresivamente, antes de omitirlos por completo, según la experiencia que la persona pueda tener de las fuerzas adquiridas y del hábito establecido en el ejercicio de la voluntad extranatural.

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