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Apocalipsis AHORA: la última ronda 

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Este texto fue lamido por 105 almas esta semana.

El Libro del Apocalipsis es el último libro de la Biblia. También fue el último en escribirse, siendo prácticamente una escena post-créditos del ministerio de Cristo. Su autoría está en disputa, pero tradicionalmente se atribuye al apóstol Juan, quien ahora, en los últimos años del primer siglo, era un anciano encarcelado en la isla de Patmos. 

Podría decirse que es la parte más controvertida de las Escrituras y ha dado lugar a más teorías de conspiración que todos los presidentes de Estados Unidos juntos. Es necesario entender el contexto histórico porque el final del espectáculo que fueron los primeros cien años del cristianismo no parecía muy prometedor. Jerusalén y Roma fueron atacadas. Diocleciano extendió ahora la persecución a todos los rincones del imperio. Ser cristiano era ilegal para el estado e inmoral para la mayoría de la gente. 

Creatividad x Censura

Ante esta situación, Juan escribió utilizando un estilo de texto llamado apocalíptico. Es un tipo de escritura creada para tener una amplia circulación, pero que pocos pueden leer utilizando imágenes que no comprometan a quienes se encuentran en su posesión. Para ello se utilizan ilustraciones y formas encriptadas para decir algo que los opresores no entenderán, pero los oprimidos entenderán inmediatamente. Otra característica de los apocalipsis es que siempre hay un mensaje central de esperanza y liberación. Como dijo un famoso autor brasileño sobre apocalipsis: “A pesar de ti, mañana será otro día”.

Esto no es nada nuevo. Este género literario existe entre los judíos desde el cautiverio babilónico –el más famoso es el Libro de Daniel– y cobró fuerza durante el período macabeo. Los textos apocalípticos siempre aparecen en períodos de ferocidad y persecución. Son textos anticuados y eternos. Anticuado, ya que el significado obvio se pierde con los años y eterno porque siempre hay alguien persiguiendo a alguien.

Para la mayoría de los cristianos, el Apocalipsis de san Juan tiene también un tercer nivel de lectura: el escatológico. No sólo habla de la persecución romana de los cristianos en el siglo I o de la opresión general de la humanidad, sino también de una batalla espiritual que impregna la historia en su conjunto. Una batalla que cuando termine, no habrá más calendarios.

El contenido de la revelación

Las primeras partes del Apocalipsis son cartas dirigidas a las siete iglesias de Asia Menor que enfrentaban una mayor oposición por parte de las autoridades. Cada comunidad es alabada y aconsejada según sus méritos y defectos de tal manera que cualquier iglesia hoy puede verse en al menos algún pasaje del texto.

Y entonces, de repente, Juan es arrebatado y tiene una visión de Dios dándole un rollo con siete sellos a Jesucristo. Los primeros cuatro son eliminados y sus naturalezas se revelan en la forma de los famosos jinetes del apocalipsis: guerra, hambruna, enfermedad y muerte. Cuando se abre el quinto muestra a todos los mártires en el cielo. El sexto sello revela una avalancha de imágenes. Terremotos, estrellas cayendo, el cielo enrollándose como pergamino y una multitud adorando a Dios y al Cordero ante el trono.  

El séptimo sello inicia los juicios de Dios, que son entregados a través de siete ángeles con trompetas. Lluvia de piedras, montañas de fuego, sol y luna apagándose, langostas y un ejército de guerreros a caballo. Luego hay una pausa y se le ordena a Juan que coma un librito y mida el templo de Dios. Sí, come un libro. Finalmente suena la séptima trompeta. De un lado está Satanás y del otro Jesucristo, en el medio del anillo tres ángeles levantando el último cartel redondo. Detrás de estos ángeles hay siete más que derraman copas con los juicios de Dios sobre la tierra. Uno de ellos declara la victoria contra la “gran prostituta” llamada Babilonia.

La última parte del apocalipsis es como una de esas películas que muestran lo que les sucede a los personajes una vez termina la historia. Satanás es encarcelado por mil años, los muertos son juzgados según sus obras y se crea una nueva Tierra y un nuevo Cielo con una nueva Jerusalén, donde no habrá más maldición y Dios y el Cordero tendrán su trono.

Los últimos días, un siglo a la vez

Esta misteriosa forma de escribir hace que el apocalipsis siempre llame la atención a lo largo de los siglos. Cada época creía ver en sus acontecimientos la conclusión de todas las cosas. Y todos ellos son ridiculizados por las generaciones siguientes, quienes a su vez están seguras de que esta vez no cometerán errores. Siempre estamos en un momento muy especial de la historia de la humanidad. Hacerlo es como interpretar los siglos de Nostradamus como el periódico de la mañana.

La bestia del apocalipsis es César, Genghis Khan, Napoleón, Hitler. En el peor de los casos, son extraterrestres. El apocalipsis es un mensaje de esperanza universal, pero utilizarlo para comprender la geopolítica de tal o cual siglo o para escribir ciencia ficción es una receta comprobada para el ridículo. Vivimos una media de 80 años pero cada generación piensa que es lo suficientemente especial como para presenciar el fin del mundo.  

Quizás imágenes como un terremoto definitivo y la salida del sol sean indicios de que en algún momento los cielos y la tierra –e incluso el espacio y el tiempo– habrán cumplido su propósito. De ser así, el Día del Juicio no llegará con una victoria política de la Iglesia ni con el establecimiento de una utopía cristiana, sino cuando los días ya no sean seguidos de la noche. El apocalipsis de San Juan no es un horóscopo de lo que les sucederá a los líderes mundiales, es una profecía de lo que nos sucederá a todos nosotros. Es un esfuerzo por dejar el mensaje más importante del último testamento del primer siglo: veamos nuevamente a Jesús.

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