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Prolegómenos – El libro de los espíritus

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Fenómenos ajenos a las leyes de la ciencia ordinaria ocurren en todas partes, revelando en la causa que los produce la acción de una voluntad libre e inteligente.

La razón dice que un efecto inteligente debe tener como causa un poder inteligente y los hechos han demostrado que este poder es capaz de comunicarse con los hombres a través de señales materiales.

Cuestionado sobre su naturaleza, este poder declaró que pertenecía al mundo de los seres espirituales que se despojaron de la envoltura corporal del hombre. Así fue revelada la doctrina de los Espíritus.

Las comunicaciones entre el mundo espírita y el mundo corpóreo se encuentran en el orden natural de las cosas y no constituyen un hecho sobrenatural, hasta el punto de que se pueden encontrar huellas de tales comunicaciones en todos los pueblos y en todas las épocas. Hoy se han generalizado y dejado claro para todos.

Los Espíritus anuncian que han llegado los tiempos señalados por la Providencia para una manifestación universal y que, siendo ministros de Dios y agentes de su voluntad, su misión es instruir e iluminar a los hombres, abriendo una nueva era para la regeneración de la humanidad.

Este libro es el depósito de sus enseñanzas. Fue escrito por orden y dictado de Espíritus superiores, para establecer los fundamentos de una filosofía racional, libre de los prejuicios del espíritu sistémico. No contiene nada que no sea la expresión de sus pensamientos y que no haya sido examinado por ellos. Sólo el orden y distribución metódica de los materiales, así como las notas y la forma de algunas partes del escrito constituyen obra de quien recibió la misión de publicarlos.
Entre los Espíritus que contribuyeron a la ejecución de esta obra, se dice que muchos vivieron, en diferentes épocas, en la Tierra, donde predicaron y practicaron la virtud y la sabiduría. Otros, por sus nombres, no pertenecen a ningún personaje cuya memoria guarde la historia, pero cuya elevación queda atestiguada por la pureza de sus enseñanzas y la unión en que se encuentran con quienes usan nombres venerados.
Estos son los términos en los que se nos dio, por escrito y por muchos medios, la misión de escribir este libro:
“Cuida el trabajo que has emprendido con nuestra competencia con celo y perseverancia, ya que este trabajo es nuestro. En él pusimos las bases del nuevo edificio que se levanta y que un día reunirá a todos los hombres en un mismo sentimiento de amor y caridad. Pero, antes de publicarlo, lo revisaremos juntos, para poder comprobar todos los detalles.
“Estaremos contigo siempre que lo solicites, para ayudarte con tus demás trabajos, ya que esto es sólo parte de la misión que te ha sido encomendada y que uno de nosotros ya te ha revelado.
“Entre las enseñanzas que te han sido dadas, hay algunas que debes guardar para ti hasta nuevo aviso. Cuando llegue el momento de publicarlas os lo diremos. Mientras esperas, medita en ellas para que estés listo cuando te lo digamos.
“Pondrás en la cabecera del libro la tensión que dibujamos para ti (1), porque es el emblema de la obra del Creador. Allí se reúnen todos los principios materiales que mejor pueden representar el cuerpo y el espíritu. El cuerpo es la tensión; el espíritu es el licor; el alma o espíritu ligado a la materia es la baya. El hombre constituye la quintaesencia del espíritu a través del trabajo y sabéis que sólo a través del trabajo del cuerpo el espíritu adquiere conocimiento.
“No te dejes desanimar por las críticas. Encontrarás feroces contradictores, especialmente entre aquellos interesados ​​en engañar. Los encontraréis incluso entre los Espíritus, porque aquellos que aún no están del todo desmaterializados buscan muchas veces sembrar la duda, por malicia o por ignorancia. Sigue adelante. Cree en Dios y camina con confianza: aquí estaremos para apoyarte y llegará el momento en que la verdad brillará por todos lados.
“La vanidad de ciertos hombres, que creen saberlo todo y quieren explicarlo todo a su manera, dará lugar a opiniones disidentes. Pero todos aquellos que tengan presente el gran principio de Jesús estarán unidos en un solo sentimiento, el del amor al bien, y estarán unidos por un vínculo fraterno, que involucrará al mundo entero. Dejarán de lado las miserables cuestiones de las palabras, para ocuparse sólo de lo esencial. Y la doctrina será siempre la misma, en esencia, para todos los que reciban comunicaciones de Espíritus superiores.
“Con perseverancia llegaréis a recoger los frutos de vuestro trabajo. El placer que experimentaréis al ver la doctrina difundida y bien comprendida será una recompensa cuyo valor conoceréis en todo su valor, quizás más en el futuro que en el presente. No te preocupes, por tanto, por las espinas y las piedras que los incrédulos o los malvados acumularán en tu camino. Mantén la confianza: con ella llegarás al final y siempre merecerás que te ayuden.
“Recordad que los Buenos Espíritus sólo prestan asistencia a quienes sirven a Dios con humildad y desinterés, y que rechazan a todo aquel que busca un paso en el camino del cielo para conquistar las cosas de la Tierra; se alejan de los orgullosos y ambiciosos. El orgullo y la ambición serán siempre una barrera erigida entre el hombre y Dios. Son un velo que cubre las luces celestiales, y Dios no puede usar a los ciegos para hacer comprensible la luz”.
San Juan Evangelista, San Agustín, San Vicente de Paúl, San Luis, El Espíritu de la Verdad, Sócrates, Platón, Fénelon, Franklin, Swedishborg, etc., etc.

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