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Alquimia

La base de la alquimia

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"La oscuridad y la niebla son el comienzo de todas las cosas, pero no su fin".

La transmutación de cualquier metal en oro, el elixir de la larga vida, son en realidad cosas minúsculas comparadas con la comprensión de lo que somos. La alquimia es la búsqueda de la comprensión de la naturaleza, la búsqueda de la sabiduría, del gran conocimiento y el estudiante de alquimia es un vagabundo que recorre los caminos de la vida. El verdadero alquimista es una persona iluminada, un hombre sabio que comprende la sencillez de la nada absoluta. Es capaz de lograr cosas que la ciencia y las tecnologías actuales nunca podrán hacer, ya que la Alquimia se basa en la energía espiritual y no solo en el materialismo y la ciencia hace tiempo que perdió este camino. La alquimia es el conocimiento supremo, pero es muy difícil de aprender o descubrir. Puede que pasen años antes de que empecemos a darnos cuenta de que no sabemos nada, así que comencemos de inmediato porque el premio para quienes lo logran es el más alto de todos.

El ideal alquimista no constituye el descubrimiento de nuevos fenómenos, contrariamente a lo que la ciencia moderna busca cada vez más, sino el redescubrimiento de un antiguo secreto, aún inaccesible e inexplicable para la mayoría. No consiste únicamente en un camino material, como es la transmutación de cualquier metal en oro. Ante todo, la alquimia es un arte filosófico, una forma diferente de ver el mundo.

No podemos, sin embargo, separar lo material de lo espiritual, ya que en la Tierra estamos encarnados en un cuerpo, donde uno está influenciado por el otro, porque en realidad todo es una sola cosa, una sola unidad, el ser humano. En alquimia la transmutación de la materia y del espíritu ocurre al mismo tiempo. El alquimista adquiere un conocimiento ilimitado de la naturaleza, colocándose en un punto de observación especial, viendo todo de otra manera. Sería como si una persona pudiera ver tanto el aspecto físico en los más mínimos detalles como las energías asociadas a este cuerpo. El alquimista estaría en total contacto con el universo, mientras que para todos nosotros este contacto es sólo superficial.

En la realización de la Gran Obra, el alquimista logra obtener la piedra filosofal y modificar su aura, eliminando la avaricia y la avaricia. Descubre que el oro material no tiene mucho valor si lo comparamos con el oro interno, es decir, el camino espiritual es infinitamente más importante que las cosas materiales. Cada uno debería contentarse con lo básico para la supervivencia del cuerpo y dedicarse por completo a la búsqueda de la mejora espiritual. Sólo hombres de corazón puro y altas intenciones podrán realizar la Gran Obra.

La carrera atómica se intensificó durante la Segunda Guerra Mundial, donde varios científicos desarrollaron la bomba atómica que se convertiría en la mayor amenaza para la supervivencia de la Tierra. Si los alemanes hubieran tenido acceso a este conocimiento antes, no habría quedado mucho en nuestro planeta. Por tanto, si los científicos hubieran sido más conscientes y tuvieran mayor conocimiento de las consecuencias de sus descubrimientos, no habrían desvelado muchas cosas. Los alquimistas ya conocían el poder y los peligros de la energía atómica desde hacía mucho tiempo y no lo publicitaron debido a los riesgos inherentes al mal uso de este conocimiento.

Por eso hay un gran secreto en torno a la alquimia. Hoy en día la ciencia se ha vuelto tan especializada que los científicos estudian cada vez más una parte más pequeña de un área determinada. Creen que con ello pueden avanzar mucho más en una determinada dirección. Por lo tanto, pierden de vista el conjunto y se vuelven menos conscientes del uso de dicha investigación, ya sea para bien o para mal.

Los científicos están más preocupados por la fama y el dinero que por el significado de la ciencia misma. Se les puede comparar con los empresarios capitalistas porque para la mayoría el camino es únicamente material. Cuando piensan en el aspecto espiritual, éste se disocia de todo lo demás en lo que creen. Son los sopladores modernos.

El alquimista es el estudiante asiduo de la alquimia, el que busca el camino hacia la iluminación. El soplador es un mercenario al que sólo le interesa el oro que puede producir y el Adepto es el alquimista que realizó la Gran Obra, es decir, una persona iluminada.

La alquimia es la más antigua de las ciencias e influyó en todas las demás. Su principal objetivo es comprender la naturaleza y reproducir sus fenómenos para lograr una ascensión a un estado superior de conciencia. Los alquimistas, en sus prácticas de laboratorio, intentaron reproducir la piedra filosofal a partir de materia prima primordial. Con una pequeña parte de esta piedra es posible controlar la materia, transformando metales inferiores en oro y también en el Elixir de Larga Vida, que es capaz de prolongar la vida indefinidamente.

El oro es considerado el más perfecto de los metales ya que apenas se oxida, no pierde su brillo y se cree que todos los demás metales evolucionan naturalmente hacia él dentro de la tierra. Por tanto, la transmutación se considera un proceso natural. Los alquimistas sólo aceleran este proceso realizando transmutaciones en sus laboratorios. Este tipo de conocimiento se convirtió en el más codiciado, no por los alquimistas, sino por los no iniciados, los sopladores como se les llamaba. Buscaban la piedra filosofal, que les otorgaría poderes como la invisibilidad, los viajes astrales, curas milagrosas, etc.

Esta piedra filosofal no era necesariamente un objeto, sino más bien una energía que podía adquirirse y controlarse. Este conjunto de piedra y alquimista son los responsables de los poderes conseguidos. Una persona no iniciada podría poseer la piedra y no disfrutar de todo su potencial, logrando, como mucho, transformar una pequeña cantidad de plomo en oro. La transformación de la materia prima en piedra filosofal, junto con la transformación del individuo, constituye la Gran Obra.

En el laboratorio, con experimentos y constantes lecturas y relecturas, el alquimista, en las distintas etapas de la transformación de la materia, transforma gradualmente su propia conciencia. Antes que el oro metálico, el alquimista debe encontrar el oro espiritual dentro de sí mismo.

Los ideales y poderes pretendidos por los alquimistas nos hacen correlacionarlos con los poderes de Cristo, quien fue capaz de transmutar el agua en vino, multiplicar el pan, caminar sobre el agua, sanar milagrosamente, entre otros. Él siempre decía: “El que cree en mí hará todo lo que yo hago y hará cosas aún mayores”.

Los alquimistas buscaron esta pureza y comprensión espiritual, logrando así realizar estas obras. Por tanto, el ejemplo de Cristo, además del ejemplo espiritual, constituye un medio para descubrir el poder sobre la materia. Muchos alquimistas consideran a Cristo como la piedra filosofal. Encontrar la piedra filosofal significa descubrir el secreto de la existencia, un estado de perfecta armonía física, mental y espiritual, de perfecta felicidad, descubrir los procesos de la naturaleza, de la vida, y así recuperar la pureza primordial del hombre, que tanto se ha degradado en la Tierra. . Por eso, la Gran Obra eleva el ser a la más alta perfección: purifica el cuerpo, ilumina el espíritu, desarrolla la inteligencia a un punto extraordinario y repara el temperamento.

La piedra filosofal se generó a partir de la materia prima primordial, además de otros compuestos, en el Huevo Filosofal, que es un recipiente redondo de cristal donde se transforman todos estos compuestos, en varias etapas, siempre utilizando el horno. Este proceso se compara a menudo con la gestación de la piedra filosofal. Esto sería como reproducir lo que la Naturaleza hizo al principio, cuando sólo existía el caos, pero más rápidamente, brindando mejores condiciones para que se produjeran transformaciones. Por tanto, completar la Gran Obra, es decir, comprender los secretos alquímicos, significa adquirir conocimiento de las leyes universales y penetrar en una dimensión espacio-temporal sagrada, diferente de la vida cotidiana de todos.


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