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Alta Magia

Teatro Chemicum Vol. III

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Introducción:

Señor nuestro, fuente de toda divinidad, inspirador del arte secreto, origen de todos los bienes que llegan a quienes tienen fe, ten piedad.

Cristo

Cristo, Ser Santo, piedra bendita del arte de la ciencia que, para la salvación del mundo, inspiró la luz de la ciencia, para la extirpación de los que no creen, ten piedad.

Kyrie.

Señor nuestro, fuego divino, ayuda a nuestros corazones, que por tu gracia podamos ampliar los sacramentos del arte, ten piedad.

Gradual.

Desciende, se revela como la lluvia y se extiende suavemente por la tierra. Aleluya. Oh, bendito creador de la tierra, más blanca que la nieve, dulce como el mejor de los dulces, fragante dentro de la vasija como un bálsamo. Oh medicina saludable para los hombres, que curas todo mal que pueda afligir al cuerpo: Oh fuente sublime de donde mana la verdadera agua de vida por el jardín de los fieles.

AVE María.

¡Pájaro, hermosa lámpara celestial, que ilumina el mundo con su luz! Aquí estás unido con la luna, aquí se hace el cinturón de Marte y la conjunción de Mercurio. A partir de estos tres, a través de la enseñanza del arte, se genera en el lecho del río el fuerte gigante que buscan más de mil personas, cuando luego estos tres deben disolverse, no en agua de lluvia... Sino en agua que es mercurio, en es nuestra bendita goma la que se disuelve y se llama Esperma de los Filósofos. Ahora se apresura a unirse con su esposa virgen, y a colocarla a ella y a su hijo cocinando a fuego moderado. Pero la virgen no quedará embarazada inmediatamente, a menos que la besen en repetidos abrazos. Luego generará vida en su cuerpo y así comienza el niño de buen augurio, según las leyes de la naturaleza. Entonces aparecerá el poderoso etíope dentro de la vasija, quemado, calcinado, descolorido, muerto y sin vida.

Pide ser enterrado, rociado con su propia humedad y lentamente calcinado hasta resurgir brillando desde dentro del fuego...

¡Observa una maravillosa restauración y renovación del Etíope! A causa del baño de renacimiento recibe un nuevo nombre, que los filósofos llaman azufre natural y su hijo, siendo éste la piedra filosofal. Y fíjate que es una cosa, una raíz, una esencia sin nada extraño añadido y a la que mucho de lo superfluo le fue quitado por el magisterio del arte... Es el tesoro de los tesoros, la poción filosófica suprema, el secreto divino de los antiguos. Bienaventurado el que encuentre tal prodigio. El que fue testigo de estas cosas escribe y habla abiertamente y sé que su testimonio es real. ¡Alabado sea Dios por los siglos de los siglos!

Por Melchor Cibinesis, 1602

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