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Sitra Ajra

La Cabalá de Satanás

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¡Has plantado tu espada resplandeciente en el corazón de la tierra, oh Querubín! En el corazón de la amante infiel que, a partir de los besos de un dios, no guardó en ella más que las semillas de la mentira y el engaño. ¡Tú la plantaste en el corazón de la tierra, oh Querubín! Y la guardia se expande hasta convertirse en una cruz de claridad, como una flor.

 

¡Tu espada viril fértil, oh Querubín, las heridas que hiciste, cuando se cierran, las cicatrices son matrices de luz, los seis que heriste se volvieron maternales, los seres que bendeciste con tu rigidez dieron a luz claridad y vida! Pero, en vano, tu espada atravesó el pecho de la ramera de Nadam, tu pecho no tembló, quedó estéril; y sus pechos no crecieron con la leche de la inmortalidad... Esposa del viejo Cronos, sólo conservó a la virgen las prerrogativas más tristes, dos privilegios de la muerte: el frío y la esterilidad.

Oh tierra, el beso de tu marido no te hizo fecunda, tu marido maldijo tus flancos, que siempre le fueron fríos, y su renovado ardor en vano no reinó sobre tu mármol, sólo te calienta en el adulterio, bajo los ataques de los adversario y bajo el abrazo del mal... Tu constante infidelidad concibe infatigablemente, da a luz ilusión decepcionante. Sólo pariste espectros y larvas infernales, frutos de tus entrañas criminales.

Pero el adversario no existe, tus malas noches son un sueño culpable, tus innumerables hijos son engaños que engañan tu esterilidad.

Panteo

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