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PSICÓPATA

La guía psicodélica: tu cerebro es Dios

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Con la mente cognitiva suspendida, el sujeto se encuentra en un estado de sugestionabilidad muy elevado. Para las sesiones iniciales, el guía tiene un enorme poder para mover la conciencia con la reacción o el gesto más delicado. La clave aquí es la capacidad del guía para desactivar su propio ego y sus juegos sociales, sus necesidades de poder y sus miedos: estar allí, relajado, sólido, tolerante, seguro, sentirlo todo o no hacer nada excepto dejar que el sujeto conozca sus sentimientos. Presencia prudente.

Una sesión psicodélica dura más de doce horas y produce momentos de intensa reactividad. El guía nunca debe aburrirse, ser locuaz, “intelectualizar”. Debe permanecer tranquilo durante largos períodos de tiempo con la mente vacía. El guía es el controlador de tierra, siempre ahí para recibir mensajes y preguntas de aviones extraespaciales, listo para ayudarlo a llegar a su destino.

El guía no puede imponer sus propios juegos al viajero. A los pilotos que tienen diferentes planes de vuelo (sus propios objetivos) se les anima a saber que hay un “experto” ahí abajo, disponible para ayudar. Pero si el control en tierra es aburrido y cerrado en sus propios motivos, manipulando el avión para sus propios propósitos egoístas, el vínculo de confianza y seguridad se desmorona.

PRINCIPIO MORAL

Administrar psicodélicos sin experiencia personal no es ético y peligroso. Nuestros estudios concluyeron que casi todas las reacciones negativas al LSD fueron causadas por el miedo al guía, lo que aumentó el miedo transitorio del sujeto. Cuando el guía actúa para protegerse, comunica su propio interés. Si se produce malestar o confusión momentánea, los demás presentes no deben ser comprensivos ni mostrar alboroto, sino mantener la calma y limitar sus “juegos de ayuda”. En particular, debe evitarse el papel de “médico”. El guía debe permanecer pasivamente sensible e intuitivamente relajado durante muchas horas, un compromiso difícil para la mayoría de los occidentales. La forma más correcta de mantener un estado de quietud alerta, equilibrado con una flexibilidad inmediata, es que el guía tome una dosis baja del agente psicoactivo con el sujeto. El procedimiento de rutina consiste en que una persona capacitada participe en el experimento y un miembro del personal esté presente sin asistencia psicodélica. Saber que un guía experimentado es “avanzado” y hacer compañía al sujeto es invaluable: la seguridad de un piloto capacitado volando en la punta de su ala; la seguridad del buceador en presencia de una empresa “experta”.

EXPERIENCIA REQUERIDA

El sujeto con menos experiencia impondrá más comúnmente alucinaciones. El guía, que debe estar en un estado de flujo extático no mental, es arrastrado al campo alucinatorio del sujeto y puede tener dificultades para orientarse. No hay marcadores familiares fijados, ni un lugar donde poner el pie, ni un concepto sólido en el que basar tus pensamientos. Todo es fluir. La acción decisiva del sujeto puede estructurar el flujo de la guía si ha tomado una dosis alta.

PREMIAR LA NUEVA PROFESIÓN

La guía psicodélica es literalmente un liberador neurológico que proporciona iluminación y libera a los viajeros de sus ataduras internas. Estar presente en un momento de despertar, compartiendo la revelación del éxtasis cuando el viajero descubre la sorpresa y admiración del proceso de la vida divina, muy alejado de las ambiciones de los juegos terrenales. La admiración y la gratitud, más que el orgullo, son las recompensas de esta nueva profesión.

Timothy Leary

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