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Magia del caos

Crazy Love – Caos: Folletos del anarquismo ontológico

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El amor loco no es socialdemocracia, no es parlamentarismo para dos. Las actas de sus reuniones secretas tienen significados amplios, pero demasiado precisos para la prosa. Ni esto ni aquello: su Libro de Emblemas tiembla en sus manos.

Naturalmente, se caga en los profesores y en la policía. Pero también desprecia a los liberales y a los ideólogos: no es una habitación limpia y bien iluminada. Un topógrafo engañoso diseñó sus pasillos y parques abandonados, creó su decoración de emboscada hecha de negros brillantes y rojos membranosos y maníacos.

Cada uno de nosotros posee la mitad del mapa –como dos potentados del Renacimiento, definimos una nueva cultura con nuestra unión excomulgada de cuerpos, fusión de líquidos–, las fronteras imaginarias de nuestra ciudad-estado se desdibujan con nuestro sudor.

El anarquismo antológico nunca volvió de su último retiro. Mientras nadie nos denuncie ante las autoridades, al Caos no le importa en absoluto el futuro de la civilización. El amor loco se genera sólo por accidente: su principal objetivo es tragarse la galaxia. Una conspiración de transmutación.

Su único interés en la Familia es la posibilidad del incesto (“Enlarge your Self”, “Every person is a Pharaoh”) – ´ El más sincero de los lectores, parecido a mí, mi hermano/hermana – y en la masturbación de un niño encuentra, escondida (como una caja sorpresa japonesa con flores de papel), la imagen del estado que se desmorona. Las palabras pertenecen a quienes las usan sólo hasta que alguien se las roba.

Los surrealistas se deshonraron al vender amor loco a la máquina de sombras del abstraccionismo; lo único que buscaban en su inconsciente era poder sobre los demás, y en esto eran seguidores de Sade (que quería “libertad” sólo para que los hombres blancos y los adultos pudieran destripar mujeres y niños).

El amor loco está saturado de su propia estética, repleto hasta el borde de la trayectoria de sus propios gestos, vive del reloj de los ángeles, no es un destino apto para azafatas o comerciantes. Su ego se evapora con la mutabilidad del deseo, su espíritu comunitario se marchita en contacto con el egoísmo de la obsesión.

El amor loco exige una sexualidad inusual. El mundo anglosajón posprotestante canaliza toda su sensualidad reprimida en la publicidad y está dividido entre multitudes en conflicto: muecas histéricas versus clones promiscuos y ex solteros. La AL no quiere alistarse en el ejército de nadie, no toma partido en la batalla de los sexos, se aburre con los argumentos a favor de la igualdad de oportunidades en el empleo (de hecho, se niega a trabajar para ganarse la vida), no se queja, no explica, nunca vota y nunca paga impuestos.

A la AL le gustaría ver que cada bastardo (“hijo natural”) llegue al final de su mandato y nazca – la AL vive de dispositivos antientrópicos – a la AL le encanta que los niños la molesten – la AL es mejor que la sensimilla[3] – El AL te lleva adondequiera que vayan tus propias palmeras y tu propia luna. AL admira el tropicalismo, el sabotaje, el break dance, Layla y Ma jnun[4], el olor a pólvora y esperma.

AL siempre es ilegal, no importa si se disfraza de boda o de un grupo de boy scouts, siempre borrachos del vino de sus propias secreciones o del humo de sus virtudes polimorfas. No es el deterioro de los sentidos, sino más bien su apoteosis; no es el resultado de la libertad, sino su prerrequisito. Lux y voluptuosa.

 

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