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Reflexión sobre la existencia, la vida y la muerte

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Los antropólogos consideran la creencia en la vida después de la muerte un hito importante en el proceso de humanización de las especies antropoides. Prueba de esta creencia es la adopción de ritos funerarios, que se remontan al lejano Neolítico [al menos cien mil años antes de la era actual] y revelan un avance en el pensamiento subjetivo, pues a pesar del mutismo inerte del cadáver, el hombre primitivo sospecha que la muerte no es el fin.

Por eso cuida las tumbas. Sospecha que, de alguna manera, la vida continúa y quien aparentemente ya no existe está en algún lugar viviendo una vida que la simple imaginación supone tiene algo parecido a la vida corporal que se ha extinguido. Gran parte del cuidado de los muertos consiste en proporcionarles suministros y objetos capaces de satisfacer las necesidades más allá de la tumba.

El fantasma tiene sentimientos y necesidades. Quiere consideración por sus restos mortales, quiere también disfrutar de los sabores y aromas de los alimentos, de la comodidad de los vestidos, de la belleza de los adornos, de la protección de los amuletos. Se adhiere al cuerpo hasta que se descompone; la liberación sólo llega después de que la carne se ha desmenuzado y sólo quedan los huesos. Estas creencias, tan comunes entre los pueblos antiguos y, aún hoy, entre los aborígenes de Oceanía y África, entre los pueblos indígenas de América, muestran que incluso en el pensamiento supersticioso hay una convergencia con las filosofías más elaboradas, tradicionales o contemporáneas, sobre la Post mortem. La comprensión de que el fantasma, aunque pertenece a la dimensión metafísica, es una entidad aún apegada a las experiencias de lo físico.

El mundo realmente está embrujado. Vivimos rodeados de espíritus, dicen los discípulos de Alan Kardec. Vivimos entre conchas, dicen teósofos y magos. La legión de fantasmas está formada por una mayoría de seres atormentados por el inconformismo. Seres que no aceptan el fin de esta vida. Antes de estar insatisfechos con la muerte, estaban y están insatisfechos con la vida: o vivieron mal, o murieron mal, o ambas cosas.

La legión de fantasmas está formada por una mayoría de seres atormentados que no aceptan “tener que retirarse” de esta vida. Para los espíritas, el fantasma es una entidad atrapada en el mundo terrenal que no comprende el significado de seguir existiendo a pesar del colapso del sistema orgánico. No se dan cuenta de que “esa vida” fue sólo “una vida”, temporal, un abrir y cerrar de ojos en la eternidad de la verdadera vida que es la EXISTENCIA, ese hecho que trasciende la miserable experiencia de una sola biografía.

Los fantasmas kardecistas, en su rebelión, no son más que complacientes: demasiado acostumbrados a la PERSONALIDAD terrenal, no miden la grandeza de la INDIVIDUALIDAD cósmica. Quieren seguir siendo “esa” persona, en ese lugar, en esa situación indefinidamente. No comprenden la libertad implícita en su condición de Ser Espíritu, libre de las condiciones de encarnación que los somete a la debilidad y al inevitable deterioro del cuerpo físico; encarnación que los aplasta en las largas jornadas mundanas con los terrores de las obligaciones que, como fantasmas intangibles, acechan a la Humanidad; porque son fantasmas y son fantasmas porque acechan y mantienen despiertos a los mortales: la miseria, la violencia, la corrupción, el reloj, el calendario, las convenciones sociales y todo el mal del que es capaz el hombre-animal.

Para los teósofos y otros ocultistas, los fantasmas son cuerpos astrales formados por restos; Restos de memoria, pensamiento densificado formado por sensaciones y emociones apasionadas de alguien que ha fallecido. El verdadero Espíritu ya se fue en su propio vehículo [buddhi de los budistas o el periespíritu de los kardecistas] para habitar otras dimensiones, para seguir existiendo en otro estado de Ser. Lo que queda es la cáscara, la sombra entre los vivos, el residuo, la basura de la personalidad que tarde o temprano se desintegrará, perdiendo sustancia poco a poco hasta que desaparezca. Dependiendo de la densidad de la coraza [o densidad de la memoria astral] la desintegración puede tardar unos días o durar siglos. Estas, las conchas, no deben ser evocadas, porque esto les da fuerza vital para seguir existiendo. No hay que temerles, ya que no se benefician de nada de quienes no tienen afinidad con sus inclinaciones. No hay necesidad de escuchar ni servir a los fantasmas, porque es derecho de todos los vivos no ser molestados por las sombras de estos cabrones, que son los únicos y verdaderos muertos.

¡BUENA MUERTE! BUENA MUERTE…

Como reflexión final, cabe señalar que mucho se dice, se escribe y se filma sobre fantasmas. Sería necesario un volumen de encuadernación gruesa para contener una monografía que presentara un panorama general pero completo del espacio que ocupan los fantasmas en las culturas de todos los países del mundo y a lo largo de la historia. A mucha gente le gustan las historias de fantasmas; a pocos les gustaría encontrarse con uno... Los fantasmas inspiran miedo; El mismo miedo que tenemos a los bandidos. Porque es un principio establecido en la sabiduría popular mundial que los fantasmas se mantienen, conmueven, alimentan y fortalecen por las pasiones violentas que mantienen unida la materia que los constituye.

Curiosamente, los mayores temores de las personas se centran en el hecho de encontrarse con un fantasma. Pocos se preocupan por la posibilidad de CONVERTIRSE en un fantasma, fatalidad que no es del todo imposible cuando la Humanidad es, en la práctica, extremadamente materialista y miope. Al estudiar las características de estos “muertos que no tienen descanso”, los vivos deberían tener cuidado de evitar aquellas situaciones que hacen que la vida de hoy sea inquietante para el mañana.

No importa lo que diga el hedonismo miope*, que no distingue el placer de la psicopatía compulsiva... Lo bueno para el alma, durante su experiencia en el apoyo físico humano, es seguir los Diez Mandamientos de la Ley Mosaica interpretados a la luz del cristianismo budista. : no mates, no te mates, no robes, no codicies especialmente lo que es ajeno [xo! ¡ojo grande!], no mientas… más allá de lo estrictamente necesario, sociable y caritativo, “guarda los domingos y fiestas”… es decir, no abuses de tu cuerpo con la glotonería, la bebida y otros vicios.

Porque si el espíritu y/o algo más sobrevive a la bancarrota del hombre físico y esa cosa o el individuo mismo se convierte en un fantasma, es un trastorno de conducta [del fantasma], es una falta de qué hacer, una falta de humor y deportes de espíritu, falta de imaginación para quien tiene todos los misterios del Universo y del Ser por explorar, es ignorancia coqueteando con el denso barro de la estupidez. Por todo lo que se sabe sobre las almas perdidas, queda la lección incuestionable del consenso popular y académico: tener una buena vida es la condición fundamental para tener una buena muerte.

* Hedonismo: (del griego hizo que significa placer) es una teoría o doctrina filosófico-moral que afirma que el placer individual e inmediato es el bien supremo de la vida humana.

por Ligia Cabús

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