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Alta Magia

Magos: Rabino Jequiel – Historia de la Magia

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El dogma fundamental de la alta ciencia, que consagra la eterna Ley del Equilibrio, había alcanzado su plena realización en la constitución del mundo cristiano. Dos columnas vivientes sostenían el edificio de la civilización: el Papa y el Emperador. [Sin embargo]… el poder temporal, abandonado a las aventuras de conquistas [Cruzadas] o intrigas, perdió la unidad armoniosa que tenía con Roma. El Papa tuvo que intervenir muchas veces como justiciero y a pesar de los riesgos y peligros, reprimió la codicia y la audacia de tantos soberanos divididos.

La excomunión era, pues, un castigo terrible, porque estaba sancionada por creencias universales y producía, por el efecto misterioso de la cadena magnética de las reprensiones, fenómenos que aterrorizaban a la multitud. …Roberto el Piadoso – habiendo incurrido en esta terrible pena [excomunión] por un matrimonio ilegítimo, se convirtió en padre de un niño monstruoso… Los cronistas de esa época…son muy aficionados a las leyendas diabólicas. Todas las pesadillas de los monjes, todos los sueños enfermizos de las monjas, se consideran apariciones reales.

Bajo el reino de São Luiz vivió el famoso rabino Jequiel, gran cabalista y notable físico. Todo lo que se dice sobre su lámpara y su fuego mágico demuestra que conocía la electricidad. Este conocimiento, tan antiguo como la Magia, se transmitía como una de las claves de la alta iniciación. Cuando llegó la noche, una estrella radiante pareció brillar en la habitación de Jequiel; su luz era tan viva que nadie podía mirarla sin deslumbrarse... Nadie la vio apagarse ni apagarse y todos sabían que no estaba alimentada con aceite de oliva ni con ninguna de las sustancias combustibles entonces conocidas.

Cuando algún molesto o curioso con malas intenciones intentaba entrar a la casa de Jequiel y se empeñaba en forzar la aldaba, el rabino golpeaba un clavo que estaba plantado en su estudio y salía, al mismo tiempo, de la cabeza. del clavo y la aldaba. Una luz azulada salió de la puerta, y el intruso se estremeció tanto que pidió clemencia, sintiendo la tierra abrirse a sus pies. … Jequiel obtuvo su tranquilidad gracias al terror que sembró. San Luis, que por ser un gran católico seguía siendo un gran rey, quiso conocer a Jequiel; Lo mandó llamar a su corte y tuvo muchas conversaciones con él, quedando completamente satisfecho con sus explicaciones. Lo protegió de sus enemigos y no dejó de mostrarle estima y hacerle bien.

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