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Brujería y paganismo

Retratos de hadas y brujas

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Considerando que las hadas y las brujas tienen un lugar permanente en los cuentos infantiles y juveniles, cabe destacar que, para mantener este espacio, los perfiles de estos personajes han sufrido ajustes únicos, cuando no metamorfosis drásticas. Las transformaciones sufridas por los perfiles de hadas y brujas resaltan el carácter transicional y renovador del mundo, ya que cada día un nuevo modelo espera impaciente ser instalado. El examen de diferentes libros nos permite comprobar que hadas y brujas, incapaces de escapar del imperio de lo efímero, se someten a las últimas técnicas de maquillaje, al mismo tiempo que se les impone un código ético actualizado.

A nivel literario, algunos autores de cuentos de hadas revelan, en sus obras, una preocupación exagerada por subvertir la imagen de hadas y brujas. Intentando establecer un puente -casi siempre forzado- entre los personajes y el universo del lector, dan a entender que hadas y brujas se han convertido en material que la industria del libro recicla a su antojo. Es decir, los perfiles de hadas y brujas se reconstruyen en base a los parámetros que dictan las leyes del mercado editorial y las exigencias de la moda. Sin embargo, existen excepciones, que incluyen obras que transgreden los marcos impuestos por la tradición literaria, en cuanto a los perfiles de brujas y hadas.

Revisar perfiles de brujas y hadas, con el objetivo de distinguir lo que es transgresión de lo que es mero artificio de maquillaje, se convierte en el objetivo de este trabajo. Y, para desarrollar la propuesta, tomamos, como punto de partida, un pequeño álbum de perfiles elaborado a partir de una selección previa de 11 obras de autores nacionales, a saber: A Fada Enfadada (1989), de Marco Túlio Costa; El hada que tenía ideas (1971), de Fernanda Lopes de Almeida; El hada eterna y el hada gallina (1990), El hada Cisco Casi nada (1992), Uxa, ahora hada, ahora bruja (1985), de Sílvia Orthof; Hadas, dragones y no tanto princesas (1991), de Marion Villas Boas; Bruxinha 1 (1989) y Bruxinha 2 (1990), de Eva Funari; Cuentos azules (1936), de Crysantheme; Historias de no creer (1987), de Lia Neiva.

Al hojear las páginas de este álbum, compuesto por retratos de brujas y hadas, recortados del universo de la producción literaria dirigida a niños y jóvenes, queda claro que las hadas y las brujas ya no desempeñan el papel de actores secundarios, sino más bien actuando como protagonistas, transgrediendo así los límites que les imponía la tradición, cuando estaban confinados en las historias de otros y tenían la función de permitir o impedir el cumplimiento de deseos. La transgresión de esta ley revela una interferencia en el orden jerárquico de los cuentos clásicos y tradicionales, que bien puede explicarse por la salida de reyes, reinas, princesas y príncipes del orden político del mundo.

Se sabe que las brujas y las hadas, con sus especificidades, estaban al servicio del poder real y su existencia estaba condicionada por los acontecimientos de la vida palaciega. Con la salida de la realeza de escena, era natural que estos personajes, por la naturaleza mágica que los rodea, permanecieran en acción pero con otro tratamiento literario adecuado al nuevo contexto. La progresión de brujas y hadas al protagonismo se debe también a la entrada de trabajadores rurales ¾ leñadores, campesinos y alfareros, entre otros¾ en los textos literarios. Las hadas, al ser trasladadas al campo, comenzaron a redefinirse como personajes dotados de una fuerte carga de paternalización, encarnando, desde esta perspectiva, un ideal de justicia muy similar al que transmite el credo cristiano, de modo que su importancia en las narrativas aumentó mucho. .

Un ejemplo muy ilustrativo de la influencia de la imaginería cristiana en los perfiles de las hadas lo encontramos en el cuento titulado “El hada y el girasol”, de Crisanthème, escritor de clara inspiración d'annunziana. En el citado texto ¾una modulación tropical de Hansel y Gretel¾, el autor crea un retrato de un hada creado en el molde de un bibelôt art-nouveau que rompe con la filiación pagana y la inserta en una zona sincrética, ya que Luciano, el niño perdido en el bosque, al ver al hada “envuelta en tan rico manto, Nuestra Señora la juzgó”. Cabe destacar también que, en el caso de la aclimatación, el hada adquiere un aspecto diferente al convencional. En su primera aparición, el hada de los campos evoca una imagen cercana a la de los elementales, pues aparece cubierta con un manto verde y porta, a modo de paraguas, un girasol para protegerse de la lluvia, demostrando que tiene una relación íntima. relación con el espacio en el que vive. En su última aparición aparece bajo la forma de “una hermosa mujer, coronada de margaritas silvestres y envuelta en abanicos de palmeras”, reafirmando su lado pagano y tropical.

La galería de retratos de hadas transgresoras es bastante variada. Clara Luz, protagonista de El hada que tenía ideas, aparece como un personaje rebelde, pues se niega a seguir los preceptos contenidos en el antiguo y tradicional “Libro de las hadas”. La obra, un panfleto de cuento, vuelve a poner en escena un conflicto de generaciones que se actualiza en una verdadera revolución, cuya bandera reclama autonomía y libertad de creación, tan bien ilustrada en la sugerente metáfora contenida en la expresión “horizontes abiertos”. , utilizado por Clara Luz.

El personaje Griselda, de Hadas, dragones y no tan princesas, se presenta como una vieja hada madrina, jubilada y con un currículum envidiable. Después de haber participado en las historias de Cenicienta y La Bella Durmiente, quiere volver a trabajar, ya que no puede aceptar la inmovilidad. Por eso, hace todo lo posible por encontrar una ahijada. Coloca un anuncio en el periódico, recorre distintos espacios en busca del protector de sus sueños y acaba, finalmente, cumpliendo, a primera vista, su propio deseo. Sin embargo, considerada actriz por su ahijada, comienzan a participar en sensacionales programas, en los que el hada jubilada, absorbida por los medios, se convierte en una mera prestidigitadora.

El personaje principal de A Fada Enfadada, de Marco Túlio Costa, también pertenece a la galería de retratos de hadas transgresoras. Completamente aburrida de vivir la misma historia, un día se libera con un estornudo, salta de las páginas de un viejo libro y aterriza justo en medio de la habitación de Belinha y Tatá. Después de la libertad, comienzan los problemas, ya que los tiempos son diferentes. Primero, se encuentra desempleada. Luego, va perdiendo progresivamente sus poderes, ya que casi nadie cree en la existencia de las hadas. Después de muchas aventuras y confusiones, desaparece sin especificar el rumbo que tomó.

El dilema de Maria do Céu, protagonista de Onde tem fada tem witch, de Bartolomeu Campos Queirós, radica en el enfrentamiento que se establece entre ella y los magos, representados por el poder de las instituciones y la publicidad. Viniendo del cielo, el hada desciende a la Tierra. Paseando por la ciudad ves que el mundo ha cambiado y que la sociedad ha desaprendido a desear. En un gesto heroico, al darse cuenta de la impotencia de sus acciones y de la desactivación de sus habilidades en el contexto urbano, enseña a los niños que el poder utiliza la esperanza como medio de domesticación. Como se observa, el relato, en forma de alegoría, problematiza las estrategias de represión, que se presentan como brujas que deben ser combatidas por el hada ¾ una “idea que viene del cielo”.

A su vez, las brujas no se quedaron atrás en la búsqueda de los papeles principales. Tomaron sus lugares y conquistaron la escena. Sin embargo, como protagonistas, los autores les dan perfiles tontos y ridículos, los trasladan a la esfera de las hadas o crean para ellos una configuración de dos caras en la que el bien y el mal son los ingredientes principales. La dirección que toman los perfiles de brujas en los cuentos infantiles y juveniles permite concluir que, en particular, el perfil de dos caras, atenúa el impacto del mal y erosiona la oposición clásica entre hadas y brujas, de modo que el maniqueísmo presente en los cuentos infantiles y las historias de los jóvenes están siendo eclipsadas por una visión dialéctica que patrocina la convivencia del bien y del mal en los perfiles de hadas y brujas. Con este procedimiento, las fronteras que separaban a los oponentes se superponen y, así, los perfiles pierden los rasgos absolutos que les servían de diferenciación.

La lista de transgresiones relativas a los perfiles de brujas incluye las obras de Eva Funari, en Bruxinha1 y Bruxinha 2. Aprovechando los cómics, pone en acción, dentro de grandes rectángulos y cuadrados, a una bruja muy especial. A veces de mal humor, a veces dulce, vive situaciones extremas, como, por ejemplo, en una secuencia con su pareja, Shorty ¾ mezcla de enano y elfo ¾, en la que recorta las flores crecidas del sombrerito de la brujita. con unas prosaicas tijeras. Con tantos poderes, está tan fuera de control de la situación que se olvida de usar magia para resolver el problema. En el siguiente cómic, el personaje pontifica: “Qué vergüenza”. A través de su afirmación se desprende que el personaje demuestra una conciencia crítica sobre sus acciones o las situaciones que la hacen parecer tonta, lo que no ocurre con los perfiles que siguen la receta tradicional, ya que en ellos la bruja nunca reflexiona sobre sus acciones.

Otro ejemplo significativo lo encontramos en los cuentos de Lia Neiva. En el cuento titulado “Las Brujas”, la autora recupera el lado horroroso de las brujas, aunque también las vuelve capaces de hacer el bien con el conocimiento de la magia que sirve para hechizar a los incautos. Así, las tres hermanas ¾ Luciferia, Armodia y Serendipe, la que quería ser ninfa ¾, debido a un desacuerdo familiar, terminan carbonizadas por el fuego del demonio Satanáquia. Se destruyen a sí mismos, motivados por el sentimiento de venganza, en una clara demostración de que el mal también se puede combatir con el mal mismo.

La protagonista de Uxa, ahora Hada, ahora Bruja, de Sílvia Orthof, niega la unilateralidad que configura el retrato convencional de las brujas. Oscilando entre el bien y el mal, presenta un comportamiento camaleónico, porque, en cualquier posición en la que se encuentre, sólo hace travesuras. De hecho, el personaje representa una visión caricaturesca tanto de la bruja como del hada, procedimiento que pretende redefinir las nociones clásicas sobre los personajes así como poner en examen los conceptos predeterminados del bien y del mal. En Fairy Cisco Almost Nothing, Sílvia Orthof crea un retrato del hada similar al de un elemental doméstico. Diminuta, el hada corta vínculos con la tradición armonizadora cuando, en el ejercicio de su función, crea desorden en las estancias de las casas que visita. En El hada eterna y el hada gallina, libro del mismo autor, hay un hada con figuras de gitanos, reforzadas por las ilustraciones de Tato. En este caso se trata de una aclimatación, un ingenioso truco cosmético, que no altera en modo alguno la estructura básica del perfil convencional del hada, ya que incluso la varita mágica se hace presente en forma de abanico.

Como se puede comprobar, buenas o malas, hadas y brujas siguen poblando el universo de los cuentos infantiles, a pesar de los recursos cosméticos o las transgresiones. Como protagonistas, las hadas buenas, cuando rompen con la imagen consagrada por los cuentos clásicos, desencadenan serias críticas en relación al mundo contemporáneo. Así, los relatos aquí examinados revelan: el hastío de los personajes provocado por la monotonía de las historias en las que participan; la eliminación de las fronteras entre el bien y el mal, entre hadas y brujas; la transformación de poderes mágicos en espectáculos sensacionales; la inutilidad de las hadas en un mundo carente de creencias; la ineficacia de las hadas en el contexto urbano y su inadecuación al mismo; la erosión del carácter malvado y aterrador de las brujas a través del efecto provocado por la caricatura; y la transformación de hadas en prestidigitadores. Del otro lado de las preguntas que proponen los retratos, se observa que los personajes reclaman con nostalgia el confort de los bosques, el regreso a viejas historias o, como solución extrema, aceptan el retiro. El hecho es que, con el desarrollo tecnológico ¾la magia de nuestro siglo¾, las hadas se suman a las filas de los desempleados, con la esperanza de que la ecología pueda reintroducirlas en el orden mundial.

Armando Gens (UERJ/UFRJ)

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