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Operación Prato

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André Bernardo, BBC

Aquel 5 de diciembre de 1977, el capitán de la Fuerza Aérea de Lima Uyrangê de Hollanda estaba ansioso. Después de todo, tuvo otra reunión con el brigadier Protásio Lopes de Oliveira, comandante del 1.º Comando Aéreo Regional (Comar 1), en Belém. Por primera vez desde que comenzó a investigar la supuesta aparición de platillos voladores en la región de Pará, el capitán Hollanda Tendría algo que informar a sus superiores.

En ocasiones anteriores, cuando alguien le preguntaba si había visto algo extraño, simplemente decía: “Vi luces. Nada más". Esta vez, sin embargo, el capitán Hollanda y el sargento João Flávio Costa habían avistado, unos días antes, un “tramo enorme”, de unos 100 metros de largo, sobrevolando el río Guajará-Mirim.

A 70 metros del barco donde se encontraban, el objeto, con forma de pelota de fútbol americano, “grande y puntiagudo”, había sido fotografiado y filmado por los militares. Ya no había dudas: se trataba de un objeto volador no identificado (OVNI). Y, en su interior, supuestamente había una “criatura extraterrestre”.

En el momento del encuentro, el brigadier Protásio no compartía el entusiasmo del capitán Hollanda. Por lo contrario. Después de escuchar atentamente la historia, ordenó suspender la operación. Su decisión, hasta el día de hoy, intriga a los ufólogos.

“Lamentablemente todos los militares que participaron en la Operación Prato ya murieron. El último, de hecho, fue el Capitán Hollanda”, lamenta el periodista y ufólogo Ademar José Gevaerd, editor de la revista OVNI. “La Fuerza Aérea afirma que ya se ha puesto a disposición toda la información sobre la Operación Prato, pero yo no lo creo”, afirma.

En agosto de 1997, Gevaerd recibió una llamada del capitán Hollanda, que quería programar una entrevista. Paralelamente, él y el coeditor de la revista, Marco Antônio Petit, viajaron a Cabo Frío, en la región de Lagos, en Río de Janeiro.

En su casa, el coronel retirado contó detalles del operativo. Contó sus numerosos avistamientos, admitió que tenía miedo de ser secuestrado y reveló que la investigación estaba ampliamente documentada. Sólo había más de 500 fotografías, sin olvidar las 16 horas de metraje (en formato Super-8 y Super-16) y la friolera de 2 páginas de informes.

“Ese monstruo azul, aunque tenía un brillo muy fuerte, se podía mirar directamente sin que te quemaran los ojos”, dijo a la revista UFO.

Dos meses después de conceder la explosiva entrevista, el coronel Hollanda se quitó la vida y se ahorcó en su dormitorio con la cuerda de su albornoz. Hubo quienes especularon que había sido asesinado por revelar información confidencial y poner en riesgo la seguridad nacional. O, incluso, quien aseguró que Hollanda no murió: simplemente cambió de identidad y abandonó el país.

Gevaerd refuta estas versiones. “No creo en la quema de archivos ni en las teorías de la conspiración. Ya había intentado suicidarse antes”, afirma.

'Rayos luminosos'
Por estas y otras razones, la Operación Prato sigue siendo citada por ufólogos de todo Brasil como uno de los casos más intrigantes de avistamientos de ovnis jamás registrados en el país. Los primeros informes comenzaron a surgir en septiembre de 1977.

Los habitantes de Colares, Mosqueiro y Ananindeua, entre otras localidades de Belém, afirman haber sido atacados por “rayos de luz” provenientes del cielo.

“Dos agujeros paralelos, como si hubieran penetrado agujas en la piel de las personas”, describió la psiquiatra Wellaide Cecim Carvalho, entonces directora de la Unidad de Salud de Colares, una aldea de pescadores a 96 kilómetros de la capital, al equipo del programa Linha Direta – Mistério, transmitido en 25 de agosto de 2005.

Según los informes médicos, los pacientes ingresaron al centro de salud con síntomas de anemia, mareos y fiebre, además de quemaduras de primer grado en el cuerpo. Pronto, el fenómeno fue apodado por los habitantes de la ribera como “piruleta” o “luz vampiro”.

“Nunca olvidé el pánico en los rostros de las personas que decían haber sido atacadas por luces que descendían del cielo y les sacaban sangre”, recuerda el periodista Carlos Mendes. Elegido para cubrir el caso por el diario O Estado do Pará, calcula que entrevistó a 80 testigos.

Vencidos por el miedo, los habitantes de la región se unieron para ahuyentar a los invasores. No se les ocurrió que el intruso podría ser de otro planeta. La hipótesis más probable era obra del diablo o castigo divino.

Por la noche, familias enteras encendieron hogueras, golpearon latas y lanzaron fuegos artificiales. Otros, más religiosos, rezaban el rosario. Otros empuñaban palos, piedras y escopetas. Ante la desesperación de la población, el alcalde pidió ayuda a las Fuerzas Armadas.

Fue entonces cuando el coronel Camilo Ferraz de Barros, jefe de la 2.ª Sección de Comar 1, llamó al capitán Hollanda, entonces comandante del Para-Sar, escuadrón de élite de la Fuerza Aérea Brasileña (FAB) que realizaba operaciones de búsqueda y rescate, para encabezar la misión.

'Castigo divino' x 'acción comunista'

Durante cuatro meses, Hollanda y sus hombres permanecieron en la costa de Pará, equipados con binoculares, cámaras fotográficas y videocámaras, entre otros aparatos. Durante el día, entrevistaron a víctimas de ataques y testigos de avistamientos. Por la noche, se turnaban para vigilar el cielo.

“La Operación Prato fue la mayor misión militar para investigar ovnis conocida en el mundo”, afirma Gevaerd. Thiago Luiz Ticchetti, presidente de la Comisión Brasileña de Ufólogos (CBU), coincide: “Lo que más me impresiona es el hecho de que investigamos algo tan increíble y, aún hoy, no somos capaces de explicar lo que pasó”.

El equipo dirigido por el capitán Hollanda incluía, entre otros, al teniente médico 1.° Pedro Ernesto Póvoa. El 26 de octubre de 1977, el psiquiatra acudió a la aldea Santo Antônio de Ubintuba, en el municipio de Vigía, para escuchar informes de avistamientos y ataques con luces inusuales.

Al redactar su informe, el psiquiatra dio el veredicto: “Histeria colectiva”.

“Después de que los hechos ocuparan los titulares de los periódicos, personal de la Fuerza Aérea intentó controlar a la prensa. Dijeron que los periodistas estábamos actuando de manera sensacionalista y que las noticias publicadas sólo servían para causar pánico”, dice el periodista Carlos Mendes.
En cierto momento del operativo, agentes del ex Servicio Nacional de Información (SNI) fueron llamados para ayudar en las investigaciones.

Jorge Bessa, uno de los agentes del SNI desplegados en Belém, en su primer día en Ilha do Mosqueiro, a 80 kilómetros de la capital, vio, hacia las 8 horas, un objeto luminoso.
“Parpadeó tres veces, realizó pequeñas maniobras y luego desapareció a gran velocidad. No dejó ninguna duda de que estaba obedeciendo una orden inteligente”, relata Bessa, que narró sus aventuras en el libro Discos Voadores na Amazônia, publicado el año pasado. “El fenómeno fue visible para todos. No había más que mirar al cielo”, afirma.

colección
Cuarenta años después, los ufólogos siguen intentando acceder al material recogido durante la Operación Prato. “¿Dónde están las fotos que tomaron el capitán Hollanda y su equipo? ¿Y el rodaje? ¿Qué acabó con este material?”, pregunta Thiago Luiz Ticchetti, del CBU.

A través de su oficina de prensa, la Fuerza Aérea informó que todo el material disponible sobre ovnis ya fue enviado al Archivo Nacional. Es más: no cuenta con profesionales especializados para realizar investigaciones científicas ni emitir opiniones respecto a este tipo de fenómenos aéreos.

Pero no siempre fue así. Entre 1969 y 1972, el Ejército del Aire dispuso de un organismo específico para tratar el asunto. Hasta que fue abolido por el gobierno militar, el Sistema de Investigación de Objetos Aéreos No Identificados investigó más de 70 casos de avistamientos de platillos volantes.

Hoy en día, la colección de ovnis es una de las más visitadas de los Archivos Nacionales. Sólo en los últimos 30 días, hubo casi 12 mil visitas. Del total de 753 informes puestos a disposición, material que cubre un período de 63 años (1952-2015), solo seis se refieren a la Operación Prato. Se extienden del 2 de septiembre de 1977 al 28 de noviembre de 1978 y abarcan 15 municipios del interior de Pará.

“El material disponible para consulta pública es sólo la punta del iceberg”, dice el ufólogo Edison Boaventura Júnior, presidente del Grupo Ufológico Guarujá (GUG).
Según Gevaerd, la hija del brigadier Protásio, una profesora jubilada, es una de las pocas afortunadas que tuvo acceso a las imágenes ultrasecretas. “Entre otros hechos aterradores, menciona la nave nodriza que se cierne sobre el río Amazonas”, afirma.

Otra escena impresionante, señala Edison, es la que revela un OVNI sumergiéndose en las aguas del río Tapajós a plena luz del día. Las imágenes, según el ufólogo, fueron tomadas por el sargento João Flávio Costa, mano derecha del capitán Hollanda.

“La única certeza que tengo es que estamos ante uno de los mayores enigmas de la ufología. Es más: los avistamientos no han cesado”, afirma Edison, asegurando que “40 años después, siguen apareciendo platillos voladores en esa región”.

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