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PSICÓPATA

Telepatía: métricas y experimentos.

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La capacidad de comunicarnos instantáneamente, sin importar las distancias, es un antiguo sueño humano que nos impulsó a crear poderosos medios de comunicación como la radio, el teléfono e Internet. Todos estos medios, sin embargo, dependen de medios externos y están de una forma u otra vinculados a nuestros sentidos naturales. El deseo de trascender estas limitaciones ha llevado a hablar a lo largo de la historia de una aparente capacidad de transmitir directamente pensamientos de una mente a otra. Aunque todavía sorprende a muchos, como lo demostrará este artículo, la telepatía no es nada milagroso y puede medirse y ejercitarse con precisión matemática.

Esta habilidad se conoce desde el siglo XIX como Telepatía cuando Frederick WH Myrer acuñó el término en 1882. La palabra tiene orígenes griegos y combina el prefijo “tele”, que significa “distancia” con el sufijo “patheia” que significa “sentir”. Un término que por tanto define cualquier comunicación entre dos mentes sin el uso de canales sensoriales conocidos.

En muchas familias se dan casos rutinarios de telepatía. Cuando convivimos mucho tiempo con la misma persona, es común que una pueda descubrir lo que piensa o quiere la otra, incluso sin ningún tipo de indicación. Esto se puede presenciar cuando pensamos en alguien y luego suena el teléfono con la otra persona al otro lado de la línea o cuando tarareamos una canción que sin saberlo sonaba en la cabeza de otra persona cercana a nosotros. Es interesante notar que estos casos son más comunes cuanto mayor es la afinidad entre las personas. Los escépticos sostienen que tales fenómenos ocurren porque las personas que viven juntas se vuelven más similares y son inducidas a pensar y comportarse de manera similar. Sin embargo, los ejemplos no se limitan sólo a casos nacionales, sino que también han despertado el interés de la investigación académica y militar.

El enfoque científico de la telepatía.

Al contrario de lo que piensa el gran público, la telepatía es hoy un hecho demostrable y comprobado gracias al avance de la parapsicología, especialmente a las investigaciones pioneras publicadas por Joseph Banks Rin en la primera mitad del siglo XX. Por otro lado, los mecanismos por los que funciona siguen siendo objeto de mucho debate y controversia entre los investigadores. Algunos expertos dicen que se trata de un fenómeno puramente psíquico, mientras que otros sostienen que es físico. Los más escépticos aún niegan estas hipótesis, alegando que lo único que podemos decir con certeza es que dos centros nerviosos son capaces de mantener una comunicación simple y temporal que estadísticamente supera los resultados que se podrían obtener por pura suerte. Por otro lado, hay expertos que avanzan en sus especulaciones y defienden la tesis de que, en el misterioso proceso de transferencia del pensamiento, la segunda persona no está directamente influenciada por la primera, funcionando únicamente como receptora de mensajes de una mente superior en la que todas las demás mentes estarían relacionadas.

En la década de 1930, Karl Zener, profesor de psicología de la Universidad de Duke, Estados Unidos, creó un sistema sencillo y preciso que permite evaluar la capacidad de cada persona para transmitir o leer pensamientos. Este método utiliza una baraja especialmente diseñada para este fin, compuesta por 25 cartas divididas en 5 grupos, cada uno representado por un diseño fácilmente identificable: estrella, cruz, círculo cuadrado y líneas onduladas paralelas. El experimento propone que el receptor adivine la secuencia de las cartas vistas por el transmisor. Como hay 5 grupos de 5 cartas. La probabilidad estadística permite una única respuesta correcta en 5 cartas o 5 de 25 en una baraja completa. Si el receptor logra acertar más de 5 veces en cada prueba con la baraja Zener, esto permite suponer la existencia de una cierta receptividad a la transmisión del pensamiento. Si esto sucede diez veces por prueba, se puede suponer que se trata de una suerte, pero si el número medio de éxitos es constante durante muchas docenas de transmisiones, entonces el factor suerte queda matemáticamente descartado.

A partir de 1935, el Laboratorio de Parapsicología de la Universidad de Duke llevó a cabo más de 100 experimentos y descubrió que el número medio de aciertos es de 7 cartas sobre 25 -recordando que la probabilidad media sería de 5 cartas sobre 25-. La investigación no necesitaba cumplir ningún criterio: esta ponderación engloba tanto los resultados obtenidos por personas superdotadas como por aquellos con bajo poder psíquico, convirtiéndose en una especie de capacidad telepática humana media.

La investigación llamó la atención de la inteligencia militar en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Tanto los Aliados como el Eje realizaron pruebas, principalmente con transmisores situados en tierra firme y receptores a bordo de submarinos sumergidos. En la Unión Soviética, en experimentos llevados a cabo entre Moscú y Vladivostok (una distancia aproximada de 6.300 km), las tasas de éxito se acercaron al 95%. En estos experimentos sólo participaron personas con percepción extrasensorial demostrada, tras un largo proceso de selección y varios meses de entrenamiento diario.

Otro ejemplo tomado de la literatura especializada dice que mientras trabajaba en su jardín en Cleveland, Fred Trusty sintió de repente una extraña sensación de urgencia. Abandonó sus herramientas y giró su mirada sin pensar hacia un pequeño lago ubicado al fondo de su propiedad. Todo parecía tranquilo. Cuando regresaba a trabajar volvió a sentir el misterioso llamado y esta vez vio un gorro flotando en el agua, ni siquiera en el centro del lago. Sin dudarlo corrió y se zambulló. En el fondo del agua vio el cuerpo de un niño. Era su hijo: lo sacó de allí a tiempo para resucitarlo.

La capacidad de recibir y transmitir pensamientos parece intensificarse en momentos de crisis. Durante la guerra que siguió, hay innumerables casos en la literatura especializada que hablan de padres distanciados de sus hijos que de repente se pusieron en contacto con ellos al final de sus vidas. Incluso Sigmund Freud, conocido por su escepticismo, cita el caso de una refugiada checa en Estados Unidos que sufrió una terrible angustia y desesperación al saber que su madre, que permanecería en Checoslovaquia, acababa de morir. Su marido y sus amigos intentaron en vano consolarla y dos días después llegó un telegrama informándole de la muerte de su madre. Considerando la diferencia de siete horas entre Praga y Nueva York, Freud descubrió que el momento de su angustia coincidía exactamente con el momento de su muerte.

Cómo probar y desarrollar tu habilidad telepática

Imprime cinco copias de la imagen a continuación y recórtalas: necesitarás 25 tarjetas en total. Si puedes ver los símbolos en la parte posterior del papel, pega otra capa de papel al lado de la primera.

Baraja las cartas con los símbolos hacia abajo y entrégaselas a una persona que será tu transmisor, para el control dispone de una hoja con tres columnas y 25 líneas. Las columnas deben clasificarse en: RECEPCIÓN – TRANSMISIÓN – RESULTADO. En la primera columna, coloca la tarjeta que te viene a la mente. En segundo lugar, la tarjeta que su transmisor vio después de ser revelada. En la última columna, marca con una x por cada respuesta correcta que tengas. Cualquier puntuación superior a 5 puntos equivale a un 20%, que son las posibilidades de acertar por mera casualidad. Las marcas de más de cinco puntos indican la presencia de algún poder de recepción.

Es imprescindible que en esta prueba participe una segunda persona ya que verá cada una de las cartas y tú intentarás descubrir cuál es. En ausencia de un transmisor sólo estarás midiendo tu capacidad de precognición (conocimientos futuros) y no tu capacidad telepática. Ya sea midiendo tu grado telepático o premonitorio, varios factores emocionales y ambientales pueden influir en los resultados, por lo que se recomienda realizar varias pruebas antes de llegar a un promedio realista. No sólo eso, sino que el promedio suele aumentar con el número de pruebas, lo que indica que las habilidades psíquicas se pueden ejercitar al igual que la mente y los músculos.

Con base en las investigaciones realizadas podemos afirmar que todas las personas tienen poderes telepáticos latentes en diferentes grados y que estos poderes pueden ser entrenados y desarrollados. Por otro lado, las investigaciones indican que la telepatía no es sólo un proceso intelectual. Por el contrario, una racionalización excesiva puede incluso perjudicar las transmisiones que pueden verse reforzadas y amplificadas por las emociones implicadas casi del mismo modo que lo hacemos con las ondas de radio. Parece que todo depende de que haya algo en nuestro interior que corresponda al pensamiento a transmitir y que nos sirva de impulso.

 

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