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Brujería y paganismo

Hipersexualización y abuso en la brujería

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André Correia (Conexión pagana@bercodepalha)

La sexualidad, en toda su pluralidad, ha estado muy presente desde las épocas más antiguas de la historia, manifestándose en muchos aspectos de la espiritualidad, las creencias, las religiones y también en la brujería y diversas prácticas mágicas.

En los tiempos modernos, el carácter sagrado de la desnudez se puede observar en diferentes momentos de los actos ceremoniales de la brujería, desde la iniciación hasta otros rituales más avanzados.

Aunque hay versiones que afirman que la desnudez y la sexualidad en la brujería descienden de prácticas paganas anteriores a la Edad Media, otras afirman que se trata de una práctica actual, introducida por Gardner, inspirada en el naturismo.

Actualmente, algunos defensores de los rituales que utilizan la desnudez afirman que el uso de ropa y accesorios son como barreras, máscaras o filtros que distorsionan la energía o bloquean su flujo natural. Por tanto, la desnudez se entiende como un camino libre de obstáculos para el movimiento mágico de las energías. Sin embargo, otros afirman que la energía no puede ser bloqueada ni filtrada por la ropa, teniendo en cuenta que el potencial energético se crea en la mente, el cuerpo y la naturaleza circundante, impregnando todo y a todos a nuestro alrededor.

Otro punto, que considero débil, que tienen en cuenta los que están en contra es la temperatura extrema del invierno europeo, donde supuestamente comenzaron los ritos mediante la desnudez. En estas hipótesis, sostienen que nadie podría soportar el frío extremo sin ropa. Pero este argumento es absurdamente vago y fácil de desmantelar. Al fin y al cabo, es posible que la desnudez se haya utilizado sólo en épocas concretas del año, en lugares protegidos del frío, lugares caldeados y con muchos otros recursos.

La sexualidad ha estado presente en los rituales desde la antigüedad, cuando en el Paleolítico aún existían justificaciones mágicas y no siempre se conocía el conocimiento del mecanismo reproductivo. Tanto es así que en épocas más lejanas del pasado, el sexo tenía un sesgo misterioso y una justificación mágica en el acto de reproducción. Evidentemente, posteriormente esta comprensión evolucionó y el sexo reproductivo también fue entendido como algo divino, sagrado e incluido en rituales y devociones.

El sexo por placer, en la Edad Media, era una herramienta de acusación y culpa acuñada por la iglesia y muchas veces relacionada con la brujería. Dado que el miedo y la culpa eran medios de control popular, el sexo, que era una práctica popular, se convirtió en un instrumento de manipulación por parte de la iglesia, señalándolo como prohibido y pecaminoso. Tanto es así que vincularon el sexo y las brujas como mecanismos de seducción, corrupción y como parte del acuerdo con Satán. Actualmente, como antaño, el sexo es algo que muchas veces se menciona, se discute, se discute y es sagrado. En la brujería moderna, no es diferente. La presencia de lo sagrado masculino y femenino interactuando y combinando sus poderes en un acto de creación sagrada de todo. Este es el símbolo del Gran Rito, la inserción del athame fálico en el cáliz receptivo, simulando el acto sagrado del sexo entre el dios y la diosa.

En el presente, donde la cultura sexual trasciende lo sagrado y coquetea con el descontrol, con los riesgos para la salud física y mental, creo que es necesario hacer evidente el cuidado para que lo sagrado no se pierda en los vicios mundanos. Lo que me parece preocupante es que, en muchas ocasiones, tenemos evidencia de la hipersexualización de los rituales, que utilizan la justificación del sexo sagrado para banalizar o vulgarizar el acto sexual. Y antes de que piensen que estas palabras son restos de moralismo cristiano, les puedo decir que, de hecho, este pensamiento me viene ante denuncias de abuso sexual, acoso e intimidación.

Desafortunadamente, no es raro encontrar mujeres y hombres que relatan episodios en los que se sintieron obligados a situaciones de vergüenza sexual durante los llamados rituales religiosos. Tanto es así que, a veces, los informes sorprenden y dan la clara impresión de que la espiritualidad, la religión y la magia están al final de la lista de importancia.

En mis prácticas siempre opto por la ropa, incluso cuando la práctica es solitaria. Y esto no tiene absolutamente nada que ver con la aceptación del cuerpo ni nada de eso, sino más bien con una elección personal de realizar mi brujería de la manera que mejor me convenga.

Defiendo que cada persona tiene derecho a tener relaciones sexuales como prefiera, con quien quiera, con tantas personas como quiera, siempre y cuando cada uno sea mayor de edad, haya dado su consentimiento, se respete y cuide su físico. y salud emocional de los involucrados. Pero planteo muchas advertencias sobre la desnudez y la sexualidad ritual. No creo que todos los que proponen esta práctica tengan buenas intenciones. Mucho menos creo que todo aquel que practica estos ritos los interprete como algo sagrado. Si practicas la desnudez y el sexo ritual, te propongo que comprendas el valor real de la desnudez y el sexo ceremonial. Si no practicas y tienes intención de hacerlo, piensa y replantea cómo y con quién lo harás. Y, bajo ningún concepto, permitas que estos momentos queden registrados. Muchos jóvenes buscan personas con experiencia en sus prácticas. Cuida a los recién llegados, ya que muchos buscan en la brujería una bienvenida y un contacto con lo sagrado.


André Correia. Psicóloga que trabaja en una clínica desde 2007, experta en brujería ecléctica, constructora de tambores rituales. Participar en proyectos Conexión pagana y Música, Magia y Folklore. Coordinador de Círculo de Kildare y autor de la obra musical Tambores Sagrados.

 

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