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Tratado de entidad natural

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Paracelso

CAPITULO I

(Concepto de la naturaleza del hombre)

Como no tengo ninguna duda de que la idea que tienes sobre la entidad natural, según el juicio contenido en tus libros, es muy diferente a la mía, la presentaremos en su categoría correspondiente, muy superior a aquella en la que crees. En realidad, es la tercera de las entidades que crean todas las enfermedades que se manifiestan en cualquier situación siempre que la entidad natural sufre una mutación, como enseñaremos en los siguientes capítulos.

En la definición que vamos a dar no utilizaremos términos de la lengua materna como decía Heinrichmann1, aunque sería bueno recordar que nada de esto es muy nuevo y que, a pesar de su sencillez, muchos de estos conocimientos estaban presentes en los autores antiguos, hoy injustamente olvidados.

Esto es lo que es una entidad natural.

Conocemos a través de la ciencia astronómica las influencias de los astros y planetas del firmamento y de todos los astros, o mejor dicho, del genio del cielo, que ya ha sido objeto de un estudio más detallado y que nos servirá perfectamente como prueba. introducción al tema. Porque al igual que los elementos celestes, el hombre también tiene una constelación y un firmamento.

Esta doctrina por la que llaman al hombre “microcosmos” tiene el nombre exacto pero no la interpretación, que está demasiado llena de confusión y oscuridad. Por tanto, será necesario que expliquemos claramente qué es un microcosmos.

Así como el cielo existe según sus cualidades, por él y para sí mismo, así el hombre aparece en su interior como una constelación de estrellas. Y así como el firmamento está en el cielo por su propia fuerza (pro se), Libre de toda dependencia, el firmamento del hombre está también libre de toda obediencia, poderoso e independiente de las influencias de todas las criaturas.

De ahí concluimos que en realidad existen dos clases de seres: uno, el cielo y la tierra (macrocosmos) y el otro, el hombre (microcosmos).

CAPÍTULO II

(Esquema del hombre natural)

Al continuar con esta exposición queremos demostrar que no ignoramos sus conocimientos sobre los movimientos del firmamento, estudiados en sus más mínimos detalles, así como aquellos que saben sobre la tierra, los seres que la pueblan, los “elementos” y “ sustancias”.

Lo único que nos sorprende es que no reconozcan este mismo universo en el hombre, al considerar los admirables movimientos de los cuerpos, planetas y estrellas con sus exaltaciones, conjunciones y oposiciones, y todo lo que enseña la profunda y confusa doctrina astronómica. Y todo lo demás sobre astronomía que nadie puede ignorar para alcanzar la verdadera sabiduría médica.

Además, sería bueno que no olvidaran que la tierra produce sus frutos precisamente para que el hombre pueda vivir, utilizarlos y alimentarse de ellos. Supongo que estarán de acuerdo con esto, tanto en lo que respecta a la naturaleza del hombre como en lo que respecta a su propio cuerpo del que emerge. (aparición) toda la comida que necesitas. En otras palabras, diré que los órganos son el alimento del cuerpo, cuyo desarrollo sigue las mismas leyes que también rigen el crecimiento de los frutos de la tierra. Así como los frutos de la tierra destinados al cuerpo, el alimento que el cuerpo produce llega también a los miembros, que a su vez son productos del hombre. Dijimos esto para que comprendáis que los miembros del cuerpo no necesitan ningún alimento extraño y que es el propio cuerpo el que los transforma mediante su propia elaboración. Nótese que el cuerpo se nutre exclusivamente a través de estos cuatro miembros y que todos los demás son planetas que no necesitan ser nutridos, de la misma manera que el resto del firmamento. El cuerpo humano es, por tanto, doble: planetario y terrestre. El hombre está formado por estas dos criaturas: el conjunto de cosas nutritivas y el conjunto de cosas que necesitan alimento.

CAPÍTULO III

(Sobre el elemento proliferador)

Hay algo en nuestro organismo que no necesita alimento externo y que llamamos firmamento del cuerpo. El cielo vive en su firmamento sin necesidad de alimento alguno, así como el firmamento corpóreo se alimenta a sí mismo. (Se ha hecho).

El cuerpo, semejante en todo a la tierra, proporciona alimento a sus cuatro miembros, los cuales no necesitan de nada más, ya que sus cuatro espíritus son fortalecidos y nutridos por el propio cuerpo.

Sin embargo, hay algo más que se añade al anterior para de alguna manera protegerlo, de la misma forma que ocurre en el firmamento. El que encontremos o no la forma o apariencia de esta cosa no aumentará nuestra gloria. Una cosa es cierta: al hombre no le queda más remedio que aceptar el alimento externo que le proporciona el destino, alimento destinado exclusivamente al cuerpo, del mismo modo que el humus lo es a la tierra.

Este fruto no es del hombre ni nace de él, ni se desarrolla a través de él y su única misión es fortificar la sustancia del cuerpo, hacerla proliferativa, de la misma manera que lo hace el humus con la tierra de los campos. . Este fruto o alimento nutre al hombre como si fuera su propio humus, porque en verdad afirmo que ni la vida, ni la inteligencia, ni el espíritu, ni ninguna otra cosa de esa clase tiene su origen en el alimento o en la bebida, y no puede ni mejorar ni empeorar. con ellos.

Los alimentos se comportan en relación con el cuerpo como se comporta el humus con la tierra. Así como el humus calienta y “engorda” misteriosamente la tierra, así también lo hacen los alimentos con el cuerpo, incluso sin ejercer influencia alguna sobre las cosas que existen en él. Que esto sirva de introducción para comprender los siguientes capítulos, y para saber que colocamos al hombre en el firmamento de su cuerpo, en su propia tierra. (et suoeipsius terrae) y en todos sus elementos. Con esto queremos prepararte para aprovechar mejor los siguientes capítulos.

CAPÍTULO IV

(Sobre la influencia específica de los planetas)

Nos acercaremos ahora al estudio del firmamento teniendo en cuenta sus dos principios: creación y destino, en el intervalo entre los cuales, desde el principio encarnado por la creación, hasta el fin representado por el destino, cuando todo será consumado. Notemos que los siete miembros del cuerpo, como si fueran otros tantos planetas, se bastan a sí mismos sin necesidad de alimento alguno. Pongamos ahora un ejemplo: el planeta Júpiter es de tal naturaleza que no necesita fertilizantes para sustentar su cuerpo porque desde el momento de la creación ha recibido suficientes suministros exactamente como ocurre con el hígado. Por eso, cuando objetan y hablan de la digestión del hígado, no podemos evitar estallar en carcajadas. (id nos en risum detor-quebimus) y lo mismo sucede cuando escuchamos las tonterías líricas de algún poeta alemán hablando del color azul de las montañas en lugares completamente llanos.

En cuanto a la descripción de la digestión, preferimos que la haga un campesino, al que pertenece por derecho, ya que es el alquimista del campo: con su trabajo fertiliza y hace que las plantas den frutos. En cuanto al cuerpo, ninguno de sus siete miembros necesita la más mínima cantidad de fertilizante.

Al igual que en el ejemplo dado sobre Júpiter y el hígado, ahora comprenda que la Luna es el cerebro, el Sol el corazón, Saturno

el bazo, Mercurio los pulmones, Venus los riñones…etc. De manera similar comprende el curso de los firmamentos inferiores.

Entonces, si quieres diagnosticar una enfermedad y conocer su punto crítico, (si sabes que esto es) necesitan saber, en primer lugar, qué curso o movimiento natural se produce en el cuerpo, sin el cual no será posible tratar ninguna crisis de enfermedades naturales. Porque al igual que las crisis de enfermedades derivadas de la entidad astral, están muy alejadas unas de otras.

CAPÍTULO V

(Doctrina de la predestinación)

Permítanos informarles ahora sobre la doctrina de las crisis: cuando nace un niño, nacen al mismo tiempo su firmamento y sus siete miembros, que, como los planetas, como ya se dijo, son autosuficientes. Cuando hablamos de firmamento nos referimos a firmamento “lleno”, es decir, ocupado, precisamente como el firmamento del niño. El firmamento de cada niño ya tiene marcada su predestinación al nacer, que es el tiempo que debe seguir la entidad natural según el orden (organización) de los planetas. En este espacio de tiempo seguramente se cumple una creación cuyo fin ocurre al mismo tiempo que la predestinación. Digamos, por ejemplo, dentro de treinta años. La característica de esta creación es precisamente intuir en qué medida y durante cuántos años el ente natural debe organizar el curso de la vida. Daré el siguiente ejemplo: cuando un reloj de arena comienza a moverse, puedes saber exactamente cuánto tiempo tardará la arena en fluir de un globo a otro. Así opera la naturaleza, de la misma manera con los seres de la creación, pues sabe perfectamente cuánto durará el curso de su entidad, ordenando con mayor o menor amplitud la distancia recorrida o por recorrer, adaptando los movimientos del estrellas para que todas sus influencias se cumplan en el tiempo que va desde la creación hasta la predestinación.

Otro ejemplo: supongamos que en este momento nace un niño cuya entidad natural le ha dispuesto para vivir diez horas. Sucederá que todos los planetas corpóreos completarán su recorrido dentro de este período, del mismo modo que si hubiera vivido diez años. Quien vive cien años no tiene un curso de vida diferente al de un niño que vive una hora, pues ambos son de la misma naturaleza y sólo se diferencian por la duración o dimensión de su desarrollo.

Con esto quisimos resaltar y comprender qué significan la creación y la predestinación en la entidad natural, siendo esta última precisamente la que muchas veces es rota o perturbada por otras entidades.

CAPÍTULO VI

(Aún en la predestinación)

En el capítulo anterior enseñamos que el hombre y su firmamento aparecen al mismo tiempo y tienen la misma duración. Diremos ahora que, si ambos generan e influyen mutuamente en el curso vital y la predestinación, nada tienen que ver con su descendencia.

Además, también hemos visto que el curso de la vida del hombre siempre se alarga en consecuencia para completar el ciclo de su predestinación, o se acorta cuando le corresponde una entidad natural reducida.

Esta es la razón por la cual las fases de la Luna no influyen en el cerebro, ya que el cerebro se renueva (innovación) Miles de veces a través del corazón, la Luna sólo recibe una y la misma luz del Sol.

La crítica o explicación astronómica del fin de la entidad natural es completamente arbitraria. De hecho, todo lo que debilita el cuerpo a través de la entidad natural provoca la crisis según su propio movimiento y no según el firmamento de los cielos. Considerado así, se entiende que la entidad natural no tiene, por ejemplo, relación entre Saturno y el bazo, y viceversa.

Ahora observad el tiempo que existe entre el instante de la creación y el de la predestinación de cualquier ser humano con el firmamento de su cielo: sucederá que, así como el instante de la creación-predestinación es el mismo, el cielo del nacimiento, es decir , el firmamento astrológico del ser, varía infinitamente de un momento a otro.

Es evidente que el padre no puede tener más relación con su hijo que la que el hijo tiene con su padre y que, aparte de la complexión y el temperamento, ningún niño puede recibir ninguna influencia externa una vez que alcanza y vive su propia vida.

Nadie recibe nada de nadie por afinidad o influencia de la entidad, porque si alguien supiera o llegara a conocer la predestinación del cielo, conocería también la de los hombres. Y este es un atributo que pertenece sólo a Dios, el único que conoce la predestinación y la crisis.

Para que no lo olvides, consideraremos las exaltaciones, conjunciones y oposiciones de cada caso en relación con sus respectivos firmamentos. Pero recordad que estas relaciones son de carácter espiritual e inmaterial, porque así como los astros siguen su curso, la sustancia permanece inanimada, ya que no se puede concebir la velocidad del curso, es decir, las mutaciones del firmamento corpóreo. ... en la naturaleza de la sustancia.

Sólo el espíritu y los planetas determinan los movimientos mediante los cuales uno crece o disminuye. Por eso llamamos al planeta una “entidad duradera” (en mucho tiempo) y el hombre de la “entidad breve” (brevemente).

CAPÍTULO VII

(Correlación de los planetas con las partes de la entidad natural)

El corazón es el Sol del cuerpo. Y así como el Sol actúa por sí solo sobre la Tierra, también lo hace el corazón sobre el cuerpo. Por lo tanto, aunque el Sol no aparezca en todo su esplendor, el cuerpo puede aparecer así precisamente gracias al corazón. De la misma manera, equivalen a la Luna y al cerebro, aunque en este caso las similitudes e influencias corresponden a la esfera espiritual y no a la sustancia, lo que explica la gran cantidad de accidentes que aquejan al cerebro. El bazo realiza su movimiento de manera similar a Saturno y cumple su recorrido tantas veces como el planeta pasa desde su creación hasta su predestinación. La bilis corresponde a su vez a Marte, aunque no de forma absolutamente sustancial. Hemos visto que todo el firmamento tiene su propio modo y sustancia en perfecta relación con el sujeto corpóreo al que está destinado.

De ello se deduce que la bilis es tan independiente (.ve hábito) en su sustancia como Marte en su espíritu.

La naturaleza y exaltación de Venus se encuentran en los riñones, en el grado y predestinación correspondiente al planeta o a las entrañas. Así como Venus es responsable de los frutos que debe dar la tierra, los riñones también son responsables del fruto humano, :i Por eso Venus nunca consumirá el cuerpo.

Es natural que los riñones realicen esta función que ningún otro órgano podría realizar mejor. Cuando Venus, por ejemplo, recibe el poder de la concepción de la Gran Entidad, los riñones obtienen su fuerza del sentimiento (sensus) y la voluntad del hombre.

Mercurio es el planeta relacionado con los pulmones. Ambos son muy poderosos en sus respectivos firmamentos, pero mantienen una gran independencia entre ellos.

Júpiter corresponde al hígado con gran similitud. Y así como nada puede sobrevivir en el cuerpo cuando falta el hígado, ninguna tormenta puede estallar en presencia de Júpiter. De esta forma, todos ellos están animados por el mismo movimiento, produciendo el mismo efecto y existiendo cada uno en su propio firmamento, con pleno control y entidad.

CAPÍTULO VIII

(Sobre la circulación de los espíritus corpóreos)

Todo lo que acabamos de decir sobre el ente natural, respecto a cómo vive (abeai) en sus constelaciones, ahora se puede proyectar sobre las estrellas del cuerpo (del color sideribus para uno).

Para el resultado de una inducción más perfecta, enunciaremos también algunos otros principios que nos serán útiles para nuestro paréntesis y que desarrollaremos en los próximos capítulos. Es necesario que sepáis esto: el movimiento de los espíritus de los astros corpóreos va desde su origen o comienzo de los miembros hasta la extremidad de tales miembros, volviendo inmediatamente a su origen, como reflejo al centro de donde partieron. He aquí un ejemplo: el corazón envía su espíritu (difundido) para todo el cuerpo, exactamente como lo hace el Sol en la Tierra y otras estrellas. Este espíritu (del corazón) sirve para sostener el cuerpo, pero no para los otros siete miembros. Va del cerebro al corazón y de allí a su centro pasando por el espíritu, sin traspasar otros límites. El hígado hace circular su espíritu en la sangre sin mezclarlo en ningún otro lugar. El bazo dirige su corriente a través de los flancos (laíera) y a través de los intestinos. Los riñones se abren camino a través del lomo, el tracto urinario y las partes vecinas. La ruta pulmonar discurre a lo largo del perímetro del tórax y la garganta. Y la bilis pasa del ventrículo a los intestinos.

Habiendo establecido que cada una de estas partes tiene un destino

perfectamente determinados, nadie puede ignorar que si alguno de ellos se extravía y entra por caminos que no le corresponden –cuando el bazo, por ejemplo, toma el camino de la bilis– se producirán diversos trastornos. Esto será explicado con mayor claridad y amplitud en el “Libro de los Orígenes de las Enfermedades”. Eso es todo por ahora.

Hagamos el mismo razonamiento con los demás astros que, según las reglas del firmamento, se encuentran en nuestro cuerpo. Esto es igualmente cierto para las estrellas del cuerpo y los errores que pueden causar a través de reflejos y rebotes de sus movimientos.

A modo de introducción diremos que hay siete vidas. Pero ninguno de ellos puede identificarse exclusivamente con aquello en lo que reside el alma o la mente. (anima a tus hombres), cual es la vida autentica y verdadera (genuino y veraz).

Entendemos entonces que los demás miembros toman vida de estas siete especies de vida, que a su vez la toman de su correspondiente planeta, en el movimiento que le dan.

CAPÍTULO IX

(Sobre la disposición de los cuatro elementos)

Al final del capítulo anterior mostramos cómo cada miembro asegura su nutrición y conservación a lo largo de siete vidas bajo la protección de un planeta particular en cada caso. Esto quiere decir que todo lo que toma vida del hígado, por ejemplo, queda sometido al hígado, así como al corazón lo que procede de esta víscera, y sucesivamente lo mismo para todos los demás.

Ahora observa los elementos del cuerpo y observa que no hay nada que cambiar, aunque nuestro estilo y doctrina sean diferentes a los que prefieres y que están copiados en tus escritos.

Todos los elementos del cuerpo están contenidos en la entidad natural: así, ciertas enfermedades nacen de los astros, otras provienen de las cualidades, éstas se originan de los humores, éstas son el resultado de la complexión o del temperamento, etc…

Sin duda, para que entiendas bien esto, examinemos profundamente la naturaleza de los elementos del cuerpo.

El fuego nace en el séptimo movimiento, ya que el movimiento de los elementos expulsa el calor de ellos. El fuego de los elementos es invisible en el cuerpo y sólo se revela a través de heridas o hematomas. (ictus). En tales casos, las llamas salen a través de las lesiones (patente doctus), sobre todo cuando están cerca de los ojos, pues se sabe que allí las llamas se esconden con gran dificultad.

El fuego está escondido en el cuerpo, lo mismo ocurre con el mundo en general. No tenemos la capacidad de poseerlo a menos que lo obliguemos a existir. (excutiatur). Sin embargo, el agua inunda todo el cuerpo: venas, partes nerviosas, huesos, carne y extremidades. Las extremidades están principalmente rodeadas y sumergidas (perjusu), al igual que los árboles en la tierra.

En cuanto al aire, su presencia en el cuerpo obedece a los vientos que crean el movimiento continuo de las extremidades. Y estos vientos, tal como surgen en el mundo {exoriuntur), son cuatro en total. Finalmente, la tierra es para lo que se crearon los alimentos.

De esta manera encontramos los cuatro elementos en el hombre con los mismos roles que desempeñan en el mundo.

Sobre este tema pensamos que el Creador debió formar a la criatura inicialmente libre de los cuatro elementos porque estos no se originaron (origen) también en los demás miembros. Esto se demuestra en los libros que tratan de la primera criatura. (de primo creato).

 CAPÍTULO X

(Estudio de las cuatro complexiones)

Agregaremos algunos conceptos a lo explicado sobre el movimiento de los astros, el firmamento y los elementos, sobre cómo viven en el cuerpo y cómo subsisten dentro de sí con poderes propios para completar nuestra doctrina.

Para que comprendas fundamentalmente la entidad natural, repetiremos la afirmación de las cuatro complexiones. Hay una tez colérica, una tez sanguínea, una tez melancólica y una tez flemática. Ninguno de ellos existe gracias a los astros o a sus elementos, como insisten algunas opiniones erróneas contemporáneas.

A cambio, estamos dispuestos a ceder en un punto: aquel en el que afirman que todas ellas (compleciones) fueron dadas al cuerpo de todas y cada una de las criaturas en particular.

Sabemos que en el cuerpo se encuentran los cuatro sabores de la tierra: ácido, amargo, dulce y salado. Y aunque perfectos en todas las materias, no pueden ser reconocidos (pervestigables) mejor que en el hombre.

La ira deriva su principio de la amargura, que es siempre caliente y seca como el fuego, aunque en ningún caso parezca afectada por él. La acidez produce melancolía, que a su vez es siempre fría y seca como la tierra, sin que ninguna de ellas tenga nada que ver con la tierra. La calma proviene de la dulzura, que, como el agua, es fría y húmeda, a pesar de las notables diferencias entre agua y calma. Finalmente, la sangre proviene de la sal, y todo lo salado se puede decir que es sangre, siempre tibia y húmeda.

Así podemos concluir que si a la entidad de la tez del hombre se le dio un carácter salado, el hombre será sanguíneo. Será colérico si prevalece el amargor, melancólico cuando prevalece la acidez y tranquilo cuando la dulzura es la nota temperamental dominante.

Las cuatro complexiones están en el cuerpo del hombre como en un jardín donde crecen las amansas, el feto, el vitriolo y la sal nitrato, que siempre pueden subsistir juntos, incluso bajo el predominio constante de uno de ellos.

CAPÍTULO XI

(Sobre el estado de ánimo y los colores del cuerpo)

Además de lo que acabamos de decir sobre el cutis, debemos saber que nada que se ajuste a la esencia del hombre puede considerarse fijo o definitivo. La persona optimista no siempre será feliz o la persona melancólica estará triste. Y también diremos que este concepto es falso, porque tenemos la certeza de que la alegría, la tristeza, la ciencia y otras cosas así no son frutos de la naturaleza. Por eso a sus propiedades naturales las llamamos propiedades del espíritu.

Sólo los espíritus son capaces de generar tales propiedades, que no provienen de la naturaleza, sino de ciertos seres incorpóreos que se encuentran en el cuerpo. Aprende esto como si fuera un proverbio. Y nunca lo utilices en ocupaciones relacionadas con la naturaleza, incluso porque los sabios aún no han revelado nada al respecto.

Entre las cosas que definen al ente natural, hay que prestar mucha atención al humor, ya que es el verdadero espíritu de la vida del cuerpo. Sepan que hay un cierto humor que calienta y sostiene el cuerpo, y es también la vida de los miembros. Este humor es en sí mismo una verdadera entidad, generando los metales de la tierra, la bondad o la malicia de los hombres. Veremos cómo se explica esto.

El hombre fue creado de tal manera que puede tener mil virtudes y tanta maldad. Esto no viene de las estrellas (desflujo) ni de las estrellas del firmamento, sino que nace (emerit) precisamente el estado de ánimo. Aclaremos esta idea con un ejemplo.

El mundo tiene en sus entrañas distintos metales, o mejor dicho, distintas virtudes, mejores en unos lugares y peores en otros. Lo mismo sucede con el hombre. Esto se debe a que el humor es la mina del bien de la naturaleza. En el hombre los vicios son resultado de los malos metales que la naturaleza genera en él, y las virtudes no se valoran ni corresponden a las costumbres o naturaleza de los hombres, sino a sus colores y complexiones (habitus). De tal manera que todos los que tienen buenos colores también tienen buenas minas y buenos metales. Con los que están mal coloreados ocurre lo contrario.

Pero tampoco  por   esto podemos decir que un hombre rosa es

optimistas sólo por esta razón, así como los verdosos o amarillos deben ser coléricos. Así es como debes juzgar: quien es rosado está bajo la influencia del Sol, ya que este noble color corresponde al rosa y al oro. Y lo mismo con los demás colores.

Por eso decíamos que los colores revelan el estado de ánimo, lo cual puede ser muy útil porque muchas enfermedades están sujetas a su influencia (del estado de ánimo) de forma mucho mayor que a cualquier otra causa.

APÉNDICE

(Semiología general de la entidad natural)

Respecto al movimiento del cuerpo, debemos agregar que en él existen cuatro movimientos: el firmamento, los elementos, la complexión y los humores, de donde se originan todas las enfermedades. Según la entidad natural, todas las enfermedades se distribuyen en cuatro géneros: el género de las estrellas, del que emanan las enfermedades crónicas; el de los elementos, causantes de enfermedades agudas; el de la complexión, de donde proceden las enfermedades naturales, y el de los humores, de donde surgen las erupciones y las imperfecciones. Así deben considerar las enfermedades causadas por entidades naturales.

En cuanto a los nombres que deberían designar los distintos tipos de enfermedades, no los abordaremos ahora, dejando la cuestión para el libro en el que abordaremos los orígenes de las enfermedades.

Para concluir diremos que, a pesar de haber dedicado once capítulos a la entidad natural, no debes olvidar que el cuerpo nunca es atacado por ella a menos que otras entidades lo permitan.

Las bases más sólidas para el tratamiento de un gran número de enfermedades se adquirirán mejor con la práctica. Y da por sentado una cosa: todo lo que te falta puede ser perfectamente interpretado por la experiencia.

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