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Vampirismo y licantropía

La sangre del dragón

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En la Rumanía del siglo XV, Drácula –el príncipe Vlad Drakul, señor de Valaquia– pertenecía a la Orden del Dragón, una fraternidad de iniciación militar fundada por Segismundo I de Hungría. Drac – la raíz del nombre Drácula – significa Dragón, símbolo de la inmortalidad y la victoria sobre la muerte.

Tradicionalmente, el dragón es el guardián de la sangre eterna. Para los taoístas, los adeptos que han superado la tumba se convierten en inmortales voladores y adoptan la apariencia de un dragón. En la magia china, las corrientes de energía que atraviesan la tierra se llaman “venas de dragón”. De la misma manera, las energías telúricas provenientes del subsuelo serían la “sangre del dragón”, el poder contenido en sus “venas”.

En las narraciones mitológicas, el dragón hace un nido en las entrañas de la tierra, vomita fuego, guarda la entrada a la cueva en cuyo fondo se guarda un tesoro monstruoso. El dragón representa la fuerza, la energía telúrica, la atracción, las fuerzas de gravitación que unen la materia e impiden su sublimidad.

El hecho de que el dragón haya sido asociado con fuerzas y espíritus diabólicos no es una simple superstición. Detrás de esta creencia se esconde opacidad, peso, oscuridad. El dragón retiene el alma en los nudos de la materia como mineral de oro que, sin salir del subsuelo, no experimentará una purificación deslumbrante.

Los ascetas de los primeros siglos de la era cristiana luchaban a menudo contra el diablo en forma de dragón que viene a tentar el alma en el momento de la oración y la lleva de vuelta a las profundidades de las tinieblas.

 

“El alma de la carne está en la sangre”, dicen las Escrituras (Levítico). «El dragón debe morir, es decir, las fuerzas diabólicas deben ser destruidas, para que la sangre pueda liberarse de esta fuerza y ​​volver a ser espíritu. Entonces el alma se expandirá hacia las alturas, en su plenitud.»

En la mitología escandinava, Siegfried, el héroe solar, bebe accidentalmente la sangre del dragón que acaba de derrotar. Inmediatamente comprendió el lenguaje de los pájaros. Esparce la sangre del monstruo por todo su cuerpo, volviéndose incorruptible. La muerte ya no lo detendrá. Está cubierto por el Espíritu.

La sangre del vampiro, retenida en las entrañas de la tierra, no tiene ningún poder espiritual sino más bien psíquico. Actúa en una zona de penumbra cerrada, provocando obsesión, embrujo diabólico, mediumnidad, sonambulismo y caída en trance. En definitiva, todos los síntomas de un alma enferma que desconoce la sutileza y la purificación.

Las creencias vampíricas afirman que la sangre esconde un poder indestructible: energía psíquica, fluido mental, inevitablemente ligado al magnetismo de la Luna.

Para los indios de América del Norte y Canadá, el vampiro mete su boca, transformada en trompa, en el oído de la persona que duerme y le chupa el cerebro. Cabe señalar, como la mayoría de los casos de vampiros, que se trata de alguien entregado al sueño y, por tanto, a la influencia de la Luna.

Existen otras tradiciones en las que esta poderosa energía proviene directamente de la Luna (de Hécate -se cree-, la diosa lunar a quien se sacrifican los recién nacidos de cuya sangre absorbe vitalidad).

En las creencias chinas, la familia del difunto cree que de la influencia de la Luna puede nacer un vampiro. Luego selle todas las grietas del ataúd para que los rayos lunares no puedan penetrar allí. Estos tendrían el poder de transformar el cadáver en “Kiang-si”, lo mismo que “vampiro”. Marcianos –ermitaño sirio de los primeros siglos– abandonó el desierto para dedicarse exclusivamente a la oración. Theodoret de Cyr cuenta su victoria sobre el dragón con la ayuda de la fuerza espiritual:

«Una de las veces que los grandes Marcianos oraban en el patio de entrada, un dragón que se arrastraba por el muro oriental se inclinó desde arriba y, con la garganta abierta y los ojos oscuros, mostró sus intenciones.

» Estaba presente Eusébio, quien se asustó por este espectáculo y, convencido de que su maestro no sabía nada de lo que estaba sucediendo, gritó para avisarle y hacerle escapar rápidamente. Pero Marcianos rechazó rugiendo sus temores, que serían perniciosos, y, santiguándose; sopló. El dragón, como secado por el fuego y como chamuscado, quedó en la nada, como un trozo de paja quemada”.

Respecto al poder espiritual de Marcianos, frente a los poderes psíquicos del dragón, Thódoret de Cyr revela: «Martianos se esforzó por ocultar el don que poseía, pero sus virtudes brillaron como un destello y revelaron el poder que ocultaba». En las leyendas de Transilvania, se ve a un cazador de vampiros enterrando una estaca afilada en el corazón del monstruo. Pronto, la sangre fluye a borbotones y el cadáver del no-muerto se convierte en polvo.

Vlad Drakul – el Dragón – devuelve a la tierra la sangre que conservó con la ayuda del hechizo. Entonces, la sangre se convierte en Espíritu y el cuerpo liberado rompe sus ataduras y vuelve al polvo.

Jean Paul Bourré

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