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Brujería y paganismo

chocolate

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“Theobroma”, del griego, significa “alimento de los dioses”. Este es el nombre de pila del chocolate. El bautismo tuvo lugar a mediados del siglo XVIII. El padrino fue Carlos Linneo, un botánico sueco que conocía muy bien la importante trayectoria del chocolate a lo largo de la historia del pueblo. Pero esta historia no es de la época de Linneo. Es mucho más viejo. Comenzó hace siglos, con las civilizaciones azteca y maya, en Centroamérica, más precisamente en los territorios que hoy ocupan México y Guatemala.

Allí en México, los aztecas adoraban al dios Quetzalcóatl. Él personificaba la sabiduría y el conocimiento y era quien les regalaba, entre otras cosas, chocolate. Los aztecas creyeron en Quetzalcóatl. Había traído semillas de cacao del cielo al pueblo. Celebraban la cosecha con crueles rituales de sacrificios humanos, ofreciendo a sus víctimas tazas de chocolate. Pero un día Quetzalcóatl envejeció y decidió abandonar a los aztecas. Partió en una balsa de serpientes hacia su lugar de origen, la Tierra del Oro. Sin embargo, antes de partir, prometió regresar en el año de “una huella” que ocurría una vez cada ciclo de 52 años en el calendario que él mismo creó para los aztecas.

Mientras tanto, alrededor del año 600 a.C., los mayas, que también conocían el chocolate, establecieron las primeras plantaciones de cacao en Yucatán y Guatemala. Considerados importantes comerciantes en Centroamérica, aumentaron aún más su riqueza con las cosechas de cacao. Resulta que en toda la región, la importancia del cacao no residía sólo en que producía una bebida fría y espumosa, llamada “tchocolath”. El valor del cacao también estaba en sus semillas. Fueron utilizados como moneda. En aquella época, por ejemplo, se podía comprar un ganado por ocho semillas y un esclavo por 100.

Hasta entonces, el cacao y su preciado producto, el chocolate, sólo circulaban a través de rituales, banquetes y comercio en Centroamérica. Pasaron los siglos. El 30 de julio de 1.502, el navegante Cristóbal Colón, creyendo haber descubierto las Indias, zarpó frente a la isla de Guanajo, en Centroamérica. Una majestuosa piragua se acerca a la carabela de Colón. Un jefe azteca sube a bordo y ofrece al navegante y a su tripulación armas, telas y también granos de cacao. Le explica a Colón que las semillas son la moneda del país y que permiten preparar una bebida muy apreciada entre ellos. Colón y sus marineros prueban las semillas con los labios y también beben el chocolate. Días después, zarpan y ponen rumbo a Europa. Colón, el primer europeo que probó el chocolate, no le prestó atención. No sabía que algún día sería apreciado en todo el mundo.

Pasaron otros diecisiete años. En 1519, el explorador español Fernão Cortez y sus seiscientos soldados desembarcaron en México con la intención de conquistarlo. Se preparan para el combate. Pero, para sorpresa de todos, el emperador azteca Moctezuma y sus súbditos los reciben cordialmente. Víctimas de su propia leyenda, creen que Cortés es la reencarnación del bondadoso dios Quetzalcóatl. Resulta que 1.519 coincidió con el año de “una huella” en el calendario azteca: el año en que Quetzalcóatl había prometido regresar.

El pueblo celebra alegremente y el emperador recibe a Cortés con un gran banquete regado con copas doradas llenas de “chocolat”. Pero pronto llegó la decepción, cuando el supuesto Quetzalcóatl, el que había regalado el chocolate a su pueblo, parecía no haberlo bebido antes y ni siquiera le gustaba. Evidentemente, el “tchocolath” no era la bebida agradable que es hoy. Fue bastante amargo y picante. Las tribus de Centroamérica generalmente lo preparaban mezclado con vino o con puré de maíz fermentado, adicionado con especias, pimentón y pimienta. En aquella época, el chocolate estaba reservado sólo para gobernantes y soldados, pues se creía que, además de tener poderes afrodisíacos, daba fuerza y ​​vigor a quienes lo bebían.

Sin duda, Cortez quedó impresionado por la mística que rodeaba al chocolate y más aún por su uso actual. Así, con el fin de generar riqueza para el tesoro de su país, establece una plantación de cacao para el rey Carlos V, de España. Y, como buen hombre de negocios, empezó a cambiar las semillas de cacao por oro, metal que resultaba indiferente a aquella gente. Los españoles se fueron acostumbrando poco a poco al chocolate, y para mitigar su amargor redujeron la proporción de especias y lo endulzaron con mei: el rey Carlos V ya tenía la costumbre de tomarlo con azúcar.

Un año después, Cortés respondió con traición a la bienvenida que recibió del pueblo azteca. Encierra al emperador Moctezuma tras las rejas e invade sus tierras. Tanto Moctezuma como su sucesor fueron asesinados por las tropas de Cortés y México se convirtió en colonia española, situación que duró trescientos años.

Rápidamente, el chocolate se extendió entre la familia real y los nobles de la corte española. Cortés había llevado a España todos los conocimientos de las tribus primitivas sobre cómo trabajar el cacao y preparar el chocolate. Sabía cosechar, quitar las semillas de los frutos y luego extenderlos al sol para que fermentaran y secaran. Sabía también que debían asarse al fuego y luego triturarse en un cuenco de piedra entre rodillos de piedra, hasta obtener una pasta aromática, que se mezclaba con agua para elaborar la bebida.

En España, las cocinas de los monasterios sirvieron como lugar para mejorar el chocolate y crear nuevas recetas. Los monjes perfeccionaron el sistema de tostado y molienda del chocolate, transformándolo en barras o tabletas para disolver en agua caliente, como se disfrutaba en los salones aristocráticos.

A lo largo del siglo XVI, sin embargo, los españoles se quedaron con este preciado manjar, no queriendo compartirlo con otros países. Sin embargo, sus planes se hicieron realidad a mediados del siglo XVII, cuando comenzaron a filtrarse las primeras informaciones sobre el chocolate. Los viajeros venían a Madrid y lo saboreaban. Los monjes se lo dieron a probar a los visitantes de otros países. Los marineros, al saber de él, al capturar una fragata española, desembarcaron las semillas del cacao y las llevaron a sus tierras. Las plantaciones de cacao se extendieron rápidamente por Europa, América del Sur y las Indias.

El chocolate se convierte en una bebida universal.

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